Este 5 de diciembre se celebra el Día Internacional del Voluntariado bajo el tema: “Los voluntarios: primeros en actuar. Aquí. En todas partes”, cuyo objetivo –según lo explica el Arzobispo de Acapulco, monseñor Leopoldo González González–, es reconocer la solidaridad de tantas personas que se hacen presentes en las emergencias para salvar vidas, y en los momentos de necesidad apoyan a quienes necesitan su ayuda para vivir con dignidad.
Con ocasión de esta jornada, monseñor Leopoldo González dio a conocer que la Arquidiócesis de Acapulco, a través de la Pastoral Social, está impulsando la construcción de un “Voluntariado Transformador”, programa mediante el cual se busca fortalecer las tareas de construcción de paz que se vienen realizando desde hace años en las parroquias de esa Iglesia particular.
“A través de este programa –detalla– se busca ampliar la formación y fortalecer las capacidades de quienes ya están colaborando, así como sumar nuevas personas que quieran colaborar: profesionistas y no profesionistas, jubilados, estudiantes de servicio social y personas de buena voluntad”.
Dijo que con ello se intenta potenciar el papel de la Iglesia en la construcción de la paz, “sumando a la buena voluntad y al gran corazón que hay en los agentes de pastoral, las habilidades y las herramientas técnicas y profesionales que les capaciten para un mejor acompañamiento a las familias, jóvenes, mujeres y niños que sido víctimas de las violencias”.
Tras citar al papa Francisco, quien se ha referido a los voluntarios como artesanos de misericordia, “pues cada día, casi siempre de manera silenciosa y oculta, dan forma y visibilidad a la misericordia”, monseñor Leopoldo González aseguró que el actuar del voluntario hace ver “que la vida de todos está muy por encima de la ganancia, que el bien que se hace a uno mejora a todos, que la mano se tiende para levantar no para hacer dependiente”. Por ello –añadió– el voluntariado nos hace mirar hacia las causas estructurales de la pobreza y buscar cambiarlas: la inequitativa desigualdad, la falta de un trabajo y de una casa, la negación de los derechos sociales y laborales.
El Arzobispo celebró que muchos padres sigan enseñando a sus hijos, desde pequeños, a acomedirse. Desde cosas “tal vez muy sencillas, como ayudar a pasar la calle a un anciano, dar la mano a quien ha tropezado, cargar la canasta del mandado de la abuela, empujar el carro que se ha atorado… Cosas muy simples, pero que hacen humano el mundo. Hacen bien a la persona a quien se ayuda, pero recibimos un bien mayor al ayudar. Todos formamos parte de este voluntariado, porque todos somos un bien de Dios para los demás”, concluyó.