Luego de que la administración del presidente Donald Trump anunciara el pasado fin de semana que a partir del 2018 los Estados Unidos se retirarán del proceso de las Naciones Unidas para desarrollar un Pacto Mundial sobre Migración, la Conferencia del Episcopado norteamericano manifestó su decepción, y llamó al gobierno a reconsiderar esta decisión.
El proceso para alcanzar un Pacto Mundial sobre Migración inició en septiembre del 2016, cuando 193 países miembros de la Asamblea General del organismo internacional decidieron sumarse a la Declaración de Nueva York de las Naciones Unidas, que compromete a los Estados firmantes velar por los derechos de los refugiados y migrantes, así como garantizar su acceso al trabajo y educación.
La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, a través de un comunicado, aseguró que si bien los Estados Unidos se enorgullecen de lo que el país ha hecho con la población inmigrante, son los propios estadounidenses quienes deben decidir cómo controlar sus fronteras, por lo que el enfoque global en la Declaración de Nueva York “simplemente no es compatible con la soberanía de Estados Unidos”.
Una solidaridad global
Sobre esta postura del gobierno de Trump, el arzobispo Timothy Broglio, presidente del Comité de Justicia Internacional y Paz de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos (USCCB), así como el obispo Joe Vásquez, presidente del Comité de Migración, lamentaron la decisión y pidieron a las autoridades no abandonar el pacto.
“La enseñanza social católica sobre la migración –explicó el obispo Vásquez– reconoce y respeta el derecho y la responsabilidad de cada nación para decidir cómo regulará la migración en su territorio”; sin embargo la Iglesia también considera que “es obligación de las naciones garantizar los derechos humanos de todos los inmigrantes y ofrecer protecciones especiales para los migrantes vulnerables, como los refugiados, los migrantes forzados, las víctimas de la trata de personas y las mujeres y niños en riesgo”.
Vásquez señaló que tales obligaciones son parte de la construcción de una “solidaridad global” en nombre de los migrantes y refugiados, tanto que los obispos de ese país continúan promoviendo la campaña internacional iniciada por el papa Francisco, bajo el nombre de “Comparte el Viaje”, como una señal de solidaridad con los hermanos y hermanas inmigrantes.
Una oportunidad para el país
Por su parte, el arzobispo Broglio consideró que ante la creciente preocupación mundial por las situaciones prolongadas de migración forzada, el proceso de la ONU constituye una oportunidad para que los Estados Unidos “ayuden a construir una cooperación internacional que respete esos derechos y protecciones en nombre de quienes buscan seguridad para sus familias”.
La participación de la Unión Americana en ese proceso –dijo– permite a los Estados Unidos influir en el pacto en virtud de su experiencia en la materia. “Por lo tanto, la USCCB alienta a la administración a reconsiderar su decisión de retirarse de este proceso”.