Como todos los años, el papa Francisco ha asistido a una abarrotada plaza de España, en el corazón de Roma, para rezar al monumento de la Inmaculada Concepción en el día de su fiesta.
Francisco ha llegado a las cuatro de la tarde, puntual a la cita, a pesar de la gran cantidad de gente que pasea por Roma un viernes festivo y la amenaza de lluvia que finalmente no se ha cumplido.
Gracias por acompañarnos
Tras la ofrenda floral, el Papa ha dirigido a la Inmaculada una oración, la quinta de su pontificado en esta fiesta. “Gracias por acompañarnos en nuestro camino, en el camino de familias, parroquias, enfermos, trabajadores (…) Gracias porque en cuanto te dedicamos un pensamiento o un fugaz Avemaría, podemos sentir tu presencia materna, tierna y fuerte”.
Francisco ha pedido a la Virgen que ayude a la ciudad de Roma (y a toda la cristiandad) a “desarrollar anticuerpos contra los virus de la indiferencia, de la mala educación, del miedo a los extranjeros, el conformismo y la hipocresía“. Del mismo modo le ha pedido que nos enseñe a tener cerca la palabra de Dios como ella hacía, y “a coger la costumbre de leer un pasaje del Evangelio todos los días para guardar la Palabra en el corazón y dejar siembre un buen fruto en nuestras vidas“.
“Pequeños y pobres pecadores”
Como última petición, el Obispo de Roma ha rogado a la Inmaculada que nos ayude a fijar la vista “en sus manos abiertas que hacen bajar a la tierra la gracia de Dios” y a “despojarnos de toda arrogancia y orgullo para reconocernos como lo que somos: pequeños y pobres pecadores, pero siempre hijos tuyos. (…) ¡Gracias Madre por escucharnos siempre!” ha concluido Francisco.
Tras la oración y bendecir a los presentes, Bergoglio ha saludado a las autoridades y parte del personal de la Embajada española ante la Santa Sede. Por último ha saludado cariñosamente a una larga fila de enfermos que esperaban poder verle en este día de fiesta.