“En un mundo globalizado, hay más pobres, hay más descartados, hay poderes hegemónicos más fuertes”, sostiene Jesús Morán, co-presidente del Movimiento de los Focolares, durante un paso fugaz hace unas semanas por Buenos Aires para presentar su último libro Tomar el pulso del tiempo: el desafío de la actualización de un carisma (CN). En una entrevista exclusiva para Canal Orbe 21 y Vida Nueva realizada por Gabriela Laschera, este sacerdote español –que vivió más tiempo en América Latina que en su país natal– aseveró: “Pude verlo en África: ignoramos que esa gente muere, abandona sus países y son los refugiados de hoy. Si esto ha sido siempre una tragedia, hoy también.”
PREGUNTA.- Siendo co-presidente de loa focolares, ¿cómo ve hoy al movimiento?
RESPUESTA.- El movimiento de los focolares es uno de los movimientos apostólicos que nacen alrededor del Concilio Vaticano II, a través de un don carismático que recibe Chiara Lubich. Ella, junto con un grupo de otras mujeres, en plena segunda guerra mundial, plantea que Dios es amor, y que quiere la unidad de todos los hombres. El carisma de los focolares es como todo el Evangelio visto desde el que todos sean uno, esa unidad se hace con el amor recíproco. La unidad significa la presencia de Jesús en medio de nosotros, y la raíz para construirla es un amor apasionado, Jesús crucificado y abandonado que te permite hacerte para hacerse uno con el otro.
P.- Está presentando su nuevo libro, ¿cuáles son esos cambios que más le impactan y cuáles sus consecuencias?
R.- Lo que esta fe debe hacer es suscitar una reflexión dentro del movimiento, sobre el momento que estábamos viviendo luego de que nuestra fundadora, Chiara Lubich, partiera al paraíso. Chiara nos ha dejado un depósito de experiencias, de contenidos espirituales, una vida y un método. Ahora que ella no está, ¿cómo debemos seguir adelante? Es ahí donde encontré este amplio concepto que aplica para todas las realidades humanas; este concepto de actualización que me permitía leer el momento presente. No se trata de repetir lo que el fundador dice, sino de profundizarlo, de ver cómo hoy hay que realizarlo.
P.- ¿Y cuáles son los principales retos de hoy?
R.- Ahí identifico algunos fundamentales como la globalización; un fenómeno que no ha traído a los hombres lo que podía esperar, porque en un mundo globalizado hay más pobres, hay más descartados, hay poderes hegemónicos con más fuerza. La globalización se fue al transhumanismo, una nueva forma de ser hombres. El reto de la ausencia de Dios en el mundo, el reto de los descartados en los cuales insiste el papa Francisco, que parece que no transitan este hilo de la historia, y se sienten más dominados que nunca. Pienso entonces, ¿cómo podemos actuar desde la unidad? Entonces por este lado, me parece que el carisma de la unidad puede contribuir para construir una post globalización, o “transglobalización”. Este concepto se trata de realmente formar un sistema con toda la humanidad y en la que todos somos necesarios; todos somos parte y no hay descartados.
P.- ¿Pero cómo construimos una humanidad con estas características en este contexto deshumanizado?
R.- Chiara Lubich tenía una frase referida a esto: “mi yo es la humanidad”. Eso requiere que cada uno se plantee que no es un ser individual; nuestra identidad depende de este ser de humanidad con todo. Inventamos guerras para que la gente desaparezca de los lugares donde están los recursos naturales. Pude verlo en África: ignoramos que esa gente muere, abandona sus países, y son los refugiados de hoy día. Si esto ha sido siempre una tragedia, hoy también lo es. El carisma de la humanidad apunta a donde está la diferencia.
P.- ¿Cómo le parece que este nuevo tiempo impacta también en los carismas?
R.- Nosotros somos, precisamente por el carisma que Chiara nos ha dado y tenemos, un movimiento que se ha extendido mundialmente por naturaleza propia; Chiara quería llegar a todo el mundo, quería que en todas partes hubiera gente que construyera la unidad. Esto nosotros lo alimentamos constantemente, con encuentros periódicos a nivel mundial, y también a nivel continental, porque la unidad se hace con todos, y tenemos que ir más allá del cruce de nuestras creencias. La unidad no solo se construye entre católicos, sino que se construye también con las otras confesiones, y tenemos contactos con musulmanes, con budistas, con hebreos y con hombres de buena voluntad, que, aún no creyendo, quieren construir un mundo mejor. Entonces, los carismas pueden ayudar porque precisamente muchos de los valores son laicales y es lo que quiere el papa Francisco, quiere unidad en el centro de la acción.
P.- Hemos nombrado mucho a Chiara… ¿cómo le parece que ella vería esta propuesta que nos hace el papa Francisco? ¿Cuáles son los procesos por los cuales ella volvería a hablarnos el día de hoy?
R.- Pienso en un concepto fundamental por el cual Chiara vibraría y es la cultura del encuentro, es una característica fundamental de alguien que vive la unidad. Después, este modelo de Iglesia como poliedro y no como esfera, donde el centro está en todas partes, donde no hay partes uniformantes, donde todos nos necesitamos, donde el todo está en cada parte, pero donde ninguna parte se cree el todo. Pienso también en esta Iglesia en salida, porque Chiara quería “que todo sea uno”, pero para que eso pase, no te puedes quedar en tu casa, tienes que salir, y nunca será lo suficientemente. Por lo tanto, que creo que esta visión, con esta cultura del encuentro por un lado, un modelo poliédrico de la iglesia y una iglesia en salida, serían cosas por las cuales Chiara vibraría enormemente.