El jesuita Hans Zollner, miembro de la Pontificia Comisión para la Protección de los Menores, anunció el pasado 13 de diciembre vía Twitter que ya se han enviado distintos nombres a la Santa Sede para la elección de los nuevos miembros de la Comisión. El mensaje fue lanzado en un hilo en el que se comentaba la salida de la Comisión de Peter Saunders, quien fuera víctima de abusos en la niñez, solamente cinco días antes de que expire la fecha de actuación de los actuales miembros.
Varios usuarios preguntaban si esta fecha significaba el fin del órgano que lucha contra los abusos, pero Zollner aclaró que simplemente se elegirán otros miembros a partir de 2018, pero “la educación, la formación y la investigación continúan, y se está preparando la primera reunión de los futuros miembros de la Comisión. La oficina sigue funcionando”. Al ser miembro de la misma, el tuit de Zollner se puede considerar la confirmación de que la Comisión continuará funcionando, aunque con nuevos miembros.
La Pontificia Comisión para la Protección de los Menores (en la foto, Francisco con algunos de sus miembros) es un comité de expertos que asesora al Papa para la defensa de los menores y los adultos vulnerables, siendo su principal objetivo erradicar los abusos a estos por parte del clero. Además, trabaja en programas educativos para todos aquellos que están involucrados en esta tarea. Su creación se propuso al Pontífice en el Consejo de Cardenales de 2013, donde se identificó el problema como una prioridad urgente dentro de la Iglesia.
Al frente de esta oficina está Sean O´Malley, quien pertenece a la orden de los Capuchinos y es cardenal arzobispo de Boston, donde en los últimos años se ha destapado un número alarmante de abusos cometidos entre 1950 y 2002.
Actualmente, los miembros de la Comisión, constituida formalmente en abril de 2015, centran sus esfuerzos en seis líneas de actuación para combatir esta lacra: la prioridad de cuidado y recuperación de las víctimas y sus familias; normativas comprensibles en las Iglesias locales para garantizar la seguridad de los menores; educación y sensibilización de los distintos grados de la jerarquía de la Iglesia y las comunidades eclesiales; formación continua de los clérigos y religiosos sobre protección de menores; inculcación de teología y espiritualidad protectoras; y normas canónicas y civiles que apunten a la protección de los menores y respondan eficazmente a los abusos.
La Comisión ayuda de cerca a las Iglesias locales que lo necesiten, mientras implementan a nivel global las directrices a seguir. El propio papa Francisco escribió una carta a los presidentes de las distintas conferencias episcopales y superiores y superioras de órdenes religiosas del mundo pidiéndoles “estrecha y completa colaboración con esta Comisión”. “La tarea que les he encomendado -señalaba el Papa- incluye ofrecer asistencia a vosotros y a vuestras conferencias mediante programas de educación, formación y desarrollo de respuestas eficaces al abuso sexual”.