Director de la revista italiana Città Nuova y profesor de periodismo en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, Michele Zanzucchi es autor de más de una veintena de libros, entre ellos, ‘Realizarse a los 18’ (Ciudad Nueva). Esa fue la edad a la que falleció Clara Badano en 1990, tras dos años de dolorosa enfermedad. Una experiencia que culminaba la vida de esta joven del Movimiento de los Focolares, beatificada en 2010, cuyo testimonio constituye “un modelo imitable por cualquiera, especialmente por quienes tienen su edad”.
PREGUNTA.- ¿Qué tiene de especial Clara Badano para que, en solo 18 años, su testimonio brille con tanta fuerza?
RESPUESTA.- La naturaleza extraordinaria de Clara [Chiara Luce Badano] es su normalidad. No hay nada o casi nada de especial en su historia, excepto una sencillez que desarma, aunque también sufrida, con la que ha acogido la enfermedad y el rápido avance del dolor. En cierto modo, la joven Badano es un modelo que no resulta lejano, inalcanzable, sino que, por el contrario, parece imitable por cualquiera, especialmente por quienes tienen su edad.
P.- ¿Qué le produce más admiración: su lucha contra la enfermedad o la sensatez que demostró alguien tan joven?
R.- La lucha contra la enfermedad, pero sobre todo la aceptación de la muerte, ha tenido algo de heroico, sin duda. Pero debe decirse que el sentido común probablemente le era connatural, y ella lo ejerció hasta el final de sus días. No era particularmente brillante en la escuela, no era una persona que destacaba sobre los demás. Pero tenía un equilibrio fuera de lo común, que le fue útil en el curso de la enfermedad.
P.- ¿Por qué resultó fundamental para ella el encuentro con los Focolares en 1980?
R.- El encuentro con los Focolares fue importante no solo para ella personalmente, sino para toda su familia y también para sus amigos. No se puede entender la santidad de Clara sin comprender que la experiencia vivida en los dos años de la enfermedad, e incluso antes, no fue puramente personal, sino que la vivió en común con su padre, Ruggero, y su madre, María Teresa. Y con la comunidad de jóvenes del Movimiento Gen. Los padres y los amigos de Gen la arroparon y fueron testigos juntos de la belleza de la vida comunitaria. En particular, creo que sin sus padres la experiencia de Clara no hubiera sido la misma.
P.- ¿Cuánto tardaremos en ver canonizada a Clara?
R.- No estoy al corriente de los secretos de las estancias vaticanas y no puedo decir nada al respecto. Tengo la impresión de que no falta mucho tiempo para la proclamación, pero creo que esto no es fundamental. Siendo ya beata, Clara despierta interés e imitación un poco por todo el mundo. Viajando por los diferentes continentes, encuentro que se le dedican residencias, salones parroquiales, escuelas… Su fama de santidad continúa ampliándose y, sobre todo, su onda de amor y atención a los más pobres.
P.- ¿Qué mensaje dejaría Clara a los participantes en el Sínodo sobre los jóvenes del próximo año?
R.- Creo que Clara es un ejemplo de esa santidad que es personal, pero de alguna manera también es colectiva. Durante demasiado tiempo, creo, se pensó que la santidad era algo que solo podía lograrse con la ascesis individual. Ahora su ejemplo –pero también el de otros jóvenes, como Piergiorgio Frassati– demuestra que es la comunidad la que, operando en personas individuales, conduce a la santidad. Si el Santo está en medio de los suyos, como lo prometió, es Él quien lleva a la santidad a aquellos que se entregan a Él también y, sobre todo, en la vida comunitaria.