Cada viernes, ‘Vida Nueva’ te acerca sus recomendaciones en pantalla grande (o no tanto)
Phineas Taylor Barnum (1810-1891) fue un empresario circense estadounidense surgido de la nada que acabaría fundando el fascinante Ringling Bros. and Barnum & Bailey Circus, una auténtica sensación mundial conocida en su época como “El mayor espectáculo en la Tierra”. Así se titula en su versión original este biopic sobre un tipo visionario y transgresor, que revolucionaría la industria del espectáculo con un show de variedades en el que intervenían artistas únicos.
El debutante Michael Gracey ha elegido para comandar la función a Hugh Jackman, fogueado ya en el musical con Los miserables. Y el actor australiano responde con solvencia a la confianza depositada para coreografiar los claroscuros de su personaje.
Música, circo y estrellas, luces, color y sonido se dan cita sobre el escenario en una historia que mira de reojo a Moulin Rouge o La La Land, pero que, pese a la fuerza de algunos de sus números, carece de la magia de ambas para romper moldes. También de la necesaria agudeza para sacarle los colores al protagonista.
Un niño afectado por una malformación facial de nacimiento se prepara para su primer día de colegio. Lo que se presume como una incierta aventura cuenta con el apoyo incondicional de sus padres (Julia Roberts y Owen Wilson), mientras despierta la curiosidad de sus nuevos compañeros de pupitre y de juegos.
Stephen Chbosky, que en Las ventajas de ser un marginado (2012) ya demostró su interés por los inadaptados –entonces adolescentes–, lleva a la gran pantalla el best seller juvenil Wonder, de R. J. Palacio, sobre ese pequeño expuesto a las burlas y el rechazo que acabará convertido en inesperado héroe de toda la comunidad educativa.
Con el bullying como telón de fondo más que evidente, este entretenido elogio de la amistad (y la diferencia) resulta tan sincero como convencional. Aunque toda la historia parece concebida para buscar la lágrima del espectador, su discurso no engaña a nadie: si queremos abrirnos camino en la vida, en algún momento necesitamos vencer nuestros miedos. Demasiado visto y oído para que pueda llegar a emocionarnos.
Thierry Frémaux rescata 108 películas (de unos 50 segundos de duración cada una) de entre las 1.422 que rodó y produjo la Compañía Lumière entre 1895 y 1905. El resultado es un documental apasionante, en forma de viaje a los orígenes del séptimo arte, que constituye una lección magistral sobre la nueva forma de asomarse a la realidad que instauró el cinematógrafo de sus compatriotas hace ya más de un siglo.
Con indisimulado entusiasmo y oportunas gotas de humor, la voz en off del realizador galo nos describe cuanto sucede en pantalla, mientras nos brinda valiosos apuntes en torno a la puesta en escena y un estilo (tema, punto de vista y tratamiento) que dejaría su impronta en el ejercicio de este oficio. Imágenes en movimiento que atrapan oficios, tradiciones y lugares. Con cierta tendencia a la sobreactuación o la pose, pero con el único propósito de reconstruir lo acontecido casi con vocación de noticiario.
Toda una aventura para que los paladares cinéfilos disfruten de lo lindo durante hora y media de este legado imprescindible.