La Iglesia española celebra siempre a final de año la Jornada de la Sagrada Familia; en este 2017 es el domingo 31 de diciembre, y como es habitual, se han preparado varios materiales, un subsidio litúrgico y una oración para ayudar a la celebración en las parroquias y grupos y rezar en familia.
El elemento principal es el mensaje de la Subcomisión para la Familia y Defensa de la Vida (dentro de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar), titulado ‘La familia, hogar que acoge, acompaña y sana’.
Lo firman Mario Iceta, obispo de Bilbao y presidente de la Subcomisión; Francisco Gil Hellín, arzobispo emérito de Burgos; Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares; José Mazuelos, obispo de Jerez; y Juan Antonio Aznárez, obispo auxiliar de Pamplona y Tudela.
Dividido en tres puntos, el mensaje se ciñe estrictamente a tres aspectos de la familia, sin extrapolar su realidad a espacios más amplios y sin abordar tampoco dificultades ni sus causas. Como dato, tres de sus cinco citas son de la exhortación postsinodal Amoris laetitia (cuando se habla de acoger a los hijos y de acompañar a los novios en la preparación del matrimonio).
El texto comienza explicando la “virtud familiar” que es la acogida o la hospitalidad, centrándose en la importancia de “acoger generosamente a los hijos” –“Tener un hijo es siempre un don, fuente de gozosa alegría”, aseguran– y de que los matrimonios y las familias se acojan mutuamente: “¡Cuánto necesita el ser humano contemporáneo, dentro de un espacio social mutante, donde se siente tantas veces como un solitario interconectado, la experiencia cálida de ser querido y acogido por sí mismo!”.
En el segundo punto, se habla del cuidado de las relaciones interpersonales y de la familia como “el primer lugar en el que se somos acompañados”, lo que supone la raíz de su “vocación misionera”.
Los obispos alientan a mantener una cercanía y un trato personal, un “cuerpo a cuerpo” que permite desarrollar “la paciencia de escuchar a los demás” y desde ahí dialogar. “A la escucha –completan el argumento– le sigue el anuncio gozoso del Evangelio”.
Hablando de acompañamiento, momentos especialmente delicados son el del noviazgo y primeros años de matrimonio, el sufrimiento cuando no vienen los hijos, o “situaciones dramáticas como la separación, el divorcio, el aborto, la soledad, la enfermedad, la muerte, la guerra… Tantas y diferentes situaciones en las que se agradece tanto la presencia y la compañía de los amigos, de las familias que no abandonan a las personas en las dificultades, sino que saben estar ahí y son fuente de consuelo y firme esperanza”.
El tercer y último punto es la capacidad sanadora de la familia, “posada en la que las personas heridas puedan recuperar la salud”, siguiendo la imagen del buen samaritano.