El 1 de enero se cumplía un año desde que el papa Francisco pusiera en marcha oficialmente el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, en el que confluyen los extintos Pontificios Consejos para la Justicia y la Paz, Cor Unum, para la Pastoral de Migrantes e Itinerantes y para la Pastoral de los Agentes Sanitarios. Un paso más que significativo, del que hace balance para Vida Nueva el sacerdote Fabio Baggio, subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados del dicasterio.
PREGUNTA.- ¿Cómo valora este primer año en el Dicasterio?
RESPUESTA.- Estamos muy contentos. Y hablo en plural, porque todo lo realizado es fruto de un equipo que está haciendo grandes aportaciones. Han sido meses de mucho trabajo, de acostumbrarnos a los ritmos vaticanos, en tanto que hay mecanismos muy particulares en la Curia con los que hay que contar. Ha sido tiempo de entablar muchas relaciones para lograr efectos particulares en la misión concreta que estamos realizando.
“Gran disponibilidad de los episcopados”
P.- ¿Cuáles serían estas tareas más significativas realizadas en este tiempo?
R.- Hemos tenido una respuesta maravillosa por parte de las conferencias episcopales. Todos los episcopados han mostrado una gran disponibilidad para ponerse manos a la obra y los obispos responsables directos son maravillosos. Para mí, personalmente este ha sido uno de los grandes descubrimientos de esta etapa. Junto a esto, no hay que olvidar que en el Dicasterio hay ahora mismo 62 personas. Aunque hay miles de temas que abordar, también hay muchísimas ganas de trabajar. Y ahí también tenemos la suerte de contar con el cardenal Peter Turkson al frente como prefecto, que coordina, plantea y habla con total libertad y tranquilidad. Su experiencia y el conocimiento profundo que tiene sobre todas estas cuestiones hace que caminemos con más seguridad. Todo esto nos ayuda a poder avanzar en un contexto francamente complejo y poder ahondar en el diálogo con los actores sociales y políticos que no siempre resulta fácil.
Empeño personal de Francisco
P.- Cuando se aprobó la creación del Dicasterio, se comunicó que el Papa asumiría personalmente la coordinación en materia de migraciones y refugiados. ¿Ha cumplido con este seguimiento concreto o le ha desbordado el resto de tareas que tiene entre manos?
R.- El soporte del Santo Padre ha sido fundamental. Al principio pensábamos que su apoyo iba a ser fuerte, pero no tanto. Hemos mantenido encuentros mensuales con él, además de enviarnos directivas, de llamarnos por teléfonos. Siempre está presente y esto nos da una tranquilidad a la hora de ponernos manos a la obra y tomar decisiones.
No es ideología, es revelación
P.- Migrantes y refugiados. Una crisis humanitaria, pero con indudables aristas políticas. ¿Cómo evitar que la Iglesia sea tachada de querer entrar una lucha partidista o de que se ideologice la cuestión?
R.-Esta tentación de la ideologización siempre ha estado presente. En los dos siglos de historia que tiene la Doctrina Social de la Iglesia, ha sabido delimitar bien este tema. Si la ideología se refiere a una visión evangélica de la realidad reinterpretada a través de los signos de los tiempos, sí se podría hablar de ella. Pero nosotros no llamamos a eso ideología, sino revelación, esa verdad que queremos llevar adelante en lo concreto. Dicho esto, la Iglesia nunca debe renunciar a su papel y su rol de ser conciencia crítica ante cualquier fuerza política. No estamos interesados en el color, cada uno se sentirá a gusto en estos matices según su conciencia. La Iglesia está interesada en la centralidad del ser humano, porque esa es la voluntad de Dios. En todos los momentos en los que se viola esta centralidad, estos derechos, nosotros vamos a entrar, en nombre de esa dignidad. Quien quiera utilizar esto para argumentar que nos hemos acercado a un partido político determinado, están equivocados, no lo estamos haciendo. El único partido político al que pertenecemos es al de Jesucristo.
Las “carencias” de Europa
P.- ¿Europa ha fracasado en materia de refugiados y migración?
R.- Europa ha manifestado todas las limitaciones que se habían mostrado ya en otros ámbitos. Cuando se pensaba que se habían alcanzado los objetivos de la unificación europea, el fenómeno de la migración ha dejado al descubierto todas las carencias que se habían ignorado. El proceso tiene fallas y hay que tomarlas muy en serio si queremos seguir en este proceso. Yo viví con entusiasmo todo el proceso de configuración de la Unión Europea y me encantaría ver el proceso que lo continúe. Obviamente, la Historia sigue el ritmo de la gente que la construye y el futuro nos dirá por donde irá. Pero sí, me gustaría ver una Europa más unida, pero comprendida desde la unidad de todo el mundo. Soy un convencido de que es posible el objetivo final de la creación: todo uno en Dios.
P.- ¿Una utopía real?
R.- Estoy convencido de que la utopía supone siempre apuntar a algo más y realizar algo menos, algo que no realizarías si no tuvieras un ideal mayor.
P.- Al moverse ahora entre despachos, papeles y reuniones. ¿No echa de menos estar en el trato directo con los migrantes?
R.- En el momento en que me pidieron hacer este servicio, siempre tuve claro que debía mantener mi vocación misionera de contacto directo con las personas. De hecho, el Papa me ha dado la posibilidad de compartir los domingos con la comunidad latinoamericana de Roma y escuchar sus problemas, tratando de dar algunas indicaciones y recomendaciones a esta gente sencilla y migrante, muchos de ellos trabajadores domésticos. Espero retomarlo a tiempo completo cuando el Santo Padre me dé la posibilidad de hacerlo. Aun así, soy consciente de que estamos haciendo algo positivo precisamente desde las oficinas para que precisamente revierta en la gente de la calle.