El pasado 31 de diciembre, cuando se cumplía un año del Acuerdo de San Silvestre por el que Joseph Kabila se comprometía con la oposición, gracias a la mediación eclesial, a convocar elecciones y a no presentarse a la reelección presidencial en la República Democrática del Congo, se comprobó una vez más que su régimen, ya definitivamente dictatorial, no conoce límites a la hora de reprimir a su pueblo.
No solo es que haya incumplido flagrantemente su promesa o haya incluso forzado una guerra artificial en la región de Masai para esgrimir una inestabilidad que impide los comicios, sino que no acepta que estos sean reivindicados en la calle. Ni de un modo pacífico.
Es precisamente lo que ocurrió en la pasada Nochevieja. Convocadas varias protestas por asociaciones laicales católicas (en un país en el que la Iglesia goza de un innegable prestigio social), estas iban a desarrollarse frente a distintos templos de la capital, Kinshasa, tras la misa dominical.
Sin ningún conato de violencia previo, el ejército reprimió con dureza las manifestaciones, utilizando masivamente gases lacrimógenos y disparando con bala. Algunos oficios religiosos incluso fueron interrumpidos por los militares. Hasta el momento, el primer balance es de 15 heridos y un número indeterminado de muertos, aunque algunas fuentes hablan de ocho.
Alertado el régimen de que los opositores se estaban organizando vía móvil y redes sociales, interrumpieron durante varias horas su servicio el pasado domingo. Igualmente, anunciaron previamente que estaba prohibida toda reunión de más de cinco personas. Ese fue el pretexto para extender la violencia dentro de los templos… Durante toda esa mañana, Kinshasa parecía un bunker en el que los controles policiales se daban por doquier.
Los principales líderes opositores, en misa
Según informa Reuters, el momento más tenso se vivió en la catedral de Notre Dame du Congo, en el distrito capitalino de Lingwala. Allí acudió a la misa dominical el líder opositor Félix Tshisekedi. Al producirse la represión de más de un centenar de fieles que pretendían acceder al templo, Tshisekedi se vio obligado a abandonar el lugar a la carrera.
Otros referentes de la oposición, como Vital Kamerhe, vivieron situaciones parecidas. Su asistencia a la eucaristía en la iglesia de Paroisse Saint Michel, en el distrito de Bandalungwa, fue también interrumpida por los gases lacrimógenos.
Reuters también recoge otro episodio especialmente significativo. En una iglesia en el distrito de Barumbu, de raigambre obrera, la policía cargó contra 300 feligreses cuya única acción consistió en levantar al cielo sus biblias y elevar cánticos religiosos mientras trataban de marchar. En otra parroquia, según la agencia AFP, fueron detenidos 15 monaguillos.