René Zamora: “Indudablemente hacía falta un cambio en la Academia para la Vida”

  • El prestigioso bioeticista cubano señala que lo que Francisco buscó con su reforma “es una Academia en salida”
  • “El Papa quiere que los académicos vayamos a las periferias, no que nos quedemos sentados esperando a teorizar”, afirma el director del Centro de Bioética Juan Pablo II de La Habana

René Zamora, miembro de la Academia Pontificia para la Vida y director del Centro de Bioética

“Lo más difícil para nosotros será mostrar un rostro interdisciplinario, realmente plural, complementario en la diversidad de criterios, pero sobre todo creíble al mundo, porque lo refrendamos con la coherencia de nuestra propia vida personal y colectiva”. Así se refiere René Zamora Marín, miembro de la renovada Academia Pontificia para la Vida, a la tarea que le ha encomendado el papa Francisco a este organismo vaticano.

El objetivo es dinamizar la labor de una institución que a veces ha parecido más un lastre que un apoyo a las reformas del Papa argentino. De ahí el vuelco, que ha llevado a nombrar presidente al arzobispo italiano Vincenzo Paglia –postulador de la causa de beatificación de Óscar Romero– y a renovar a una parte de sus miembros.

René Zamora, médico del Hospital Hermanos Ameijeiras de La Habana y fundador y director del Centro de Bioética Juan Pablo II, es uno de los especialistas que remará en esa dirección.

PREGUNTA.- ¿Eran necesarios los cambios realizados en los últimos meses en la Academia Pontificia para la Vida?

RESPUESTA.- Los cambios son propios de los organismos vivos. Las organizaciones, si desean permanecer y continuar cumpliendo un rol determinado, deben estar dispuestas a cambiar periódicamente. No es que se cambie la misión, sino que lo se cambia muchas veces es la forma, incluso la estructura, adecuándola a nuevas condiciones del paradigma vigente actual.

Francisco ha ofrecido muchas muestras de esto desde el mismo inicio de su pontificado. Es necesario adecuarse a los nuevos momentos en que se encuentra la humanidad, de manera que la Academia que defiende la vida humana, hoy tan cuestionada o incluso maltratada, posea la fuerza suficiente en su trabajo y mensaje para que pueda realizar su trabajo de manera eficaz.

“No es cambiar solo por cambiar”

P.- Hay cambios que se hacen para no cambiar nada. ¿Es el caso?

R.- No es cambiar solo por cambiar. Es realizar un viraje determinado con un nuevo derrotero que exprese algo, que motive hacia nuevos horizontes o formas nuevas de interpretar ese nuevo horizonte. En este sentido, sí, de forma indudable, hacía falta un cambio en la Academia, porque le propicia realizar algo que se buscaba ya desde los últimos tiempos con el presidente saliente, el cual lo mencionaba en muchas ocasiones.

P.- ¿Cuáles son los principales desafíos que, desde el punto de vista de la reflexión y el análisis, se le presentan hoy a la Academia?

R.- Desde que recibí mi nuevo nombramiento, y aun antes, cuando la función de la Academia cesó a final de 2016 para tomarse un tiempo para reflexionar, o algo así, pensé: ¿qué era lo que el Papa deseaba en verdad? Se me ocurrió que, siendo él fiel a su forma de pensar, querría una ‘Academia en salida’. Entonces, lo difícil para mí era saber lo que el Santo Padre entendía como una Academia en salida.

El obispo de Mondoñedo-Ferrol, Luis Ángel de las Heras, con el bioeticista cubano, René Zamora,

René Zamora, con Luis Ángel de las Heras, obispo de Mondoñedo-Ferrol, diócesis en la que impartió una conferencia

P.- ¿Y les dio alguna pista?

R.- Uno de los aspectos de mayor insinuación fue el gesto de no querer que la Academia fuera a su encuentro a la Sala Clementina, lugar donde siempre hemos sido recibidos por el Papa cada año. Sino que él mismo deseó ir hacia nuestro encuentro en el Aula Nueva del Sínodo, donde nos encontrábamos reunidos.

Quería expresar, a mi entender, que deseaba que la Academia fuera hacia las periferias existenciales, o sea, adonde se desenvuelven o desarrollan los acontecimientos y que no nos quedáramos sentados a la espera de discutir teóricamente problemas involucrados con la defensa de la vida humana.

Quería que fuéramos a la búsqueda de sus soluciones, a su encuentro, analizándolos, aportando soluciones nunca preconcebidas, sino de manera crítica, científica, doctrinal, pero también caritativa e interdisciplinar, propositiva como es la bioética que propugna la Academia.

P.- El Papa también le pidió a los nuevos académicos que fuesen hombres y mujeres “ humildes y valientes, decididos a recomponer la fractura entre generaciones”. ¿Qué les quiso decir con eso?

R.- Esta especie de ruptura entre la que podríamos llamar la “vieja generación” que ha aportado su visión del mundo, que ha propuesto incluso soluciones, alguna de las cuales no siempre han sido suficientemente eficaces, pero que tampoco en otras las hemos presentado suficientemente entusiasmantes para los jóvenes de hoy.

Esto podría ser motivo de fractura entre lo viejo y lo nuevo, pero lo que necesitamos todos es una renovación constante en la continuidad, donde los jóvenes se encuentren en su adultez con una condición de una vida capaz de responsabilidad y amor. Es en este ámbito cuando decide crear un nuevo grupo de investigadores jóvenes en el seno de la Academia, para que se propicie allí mismo, en su vida interna, esta misma transición o entendimiento que creo desea Francisco.

Del “golpe tecnológico” al “golpe tecnocrático”

P.- Asistimos a una serie de cambios vertiginosos, en múltiples aspectos, que afectan también a la Iglesia. Vincenzo Paglia, señalaba a ‘Vida Nueva’ que la tecnificación era uno de los mayores retos. ¿Puede esta renovada Academia ofrecer respuestas a estos desafíos?

R.- Francisco espera, efectivamente, que ante esta verdadera revolución cultural que es propia de nuestro tiempo, la Academia asuma cumplir la parte que le corresponde. Para ello deberemos asumir un ethos que sea capaz de expresar una cultura renovada de la identidad y la diferencia. Aquí es donde se abre un campo inmenso, nunca explorado suficientemente, que va desde los cuestionamientos de la llamada identidad de género hasta la manipulación genética, pasando por los nuevos retos o desafíos que nos presentan las nuevas tecnologías.

Es un problema de notable actualidad, que no podemos postergar porque, ante el golpe tecnológico, visto cómo amenaza al género humano en su totalidad, debe oponerse el imperativo moral, cultivando un nuevo ethos que posibilite una verdadera “amistad social” y una “cultura del encuentro”, como expresó Francisco en su visita a Cuba.

Deberemos todos, desde nuestras respectivas disciplinas epistémicas, poseer “la pasión por acompañar y cuidar la vida, a lo largo de todo el arco de su historia individual y social, requiriendo la rehabilitación de un ethos“, como rescate de la “compasión y de la ternura para la regeneración del ser humano en su diferencia”, cosa que se ha perdido por múltiples causas, pero sobre todo por el llamado “golpe tecnológico”, devenido en “golpe tecnocrático”.

Se hace necesario al hombre de este nuevo siglo incentivarlo a lograr cotas más altas de humanización, no solo en el sentido médico, sino también en el político, en el económico y, por supuesto, en el aspecto social y en la ecología. De manera que lo que Francisco ha llamado “la cultura del descarte” se transforme en una “cultura del amor” y de la reconciliación.

Al escucharlo atentamente aquel día en mi país, pudimos apreciar que son grandes retos, pero posibles e irrenunciables, si deseamos de verdad vivir en una aldea global donde prime la fraternidad y el hombre nuevo –que parece que no aparece por ninguna parte– ofrezca una alternativa capaz de dar sentido a cada una de nuestras vidas. Realmente, como académico me siento orgulloso de pertenecer a ella, viéndola con las perspectivas mencionadas.

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