América

Críticas eclesiales a un Trump que considera “agujeros de mierda” a Haití, El Salvador y África

  • Los obispos Mark J. Seitz y José Gómez claman contra la retirada del permiso de residencia TPS
  • Creen que, además de dañar irreversiblemente a la comunidad migrante, golpea al conjunto de la población del país





No podía llegar en un día más simbólico la revelación de The Washington Post. Coincidiendo con el octavo aniversario del terremoto que devastó buena parte de Haití (el 12 de enero), Donald Trump, presidente de Estados Unidos, la primera potencia mundial, ha definido al país caribeño, a El Salvador y a África como “agujeros de mierda”.

Concretamente, cuenta el diario capitalino, esto lo afirmó ayer, jueves 11 de enero, en el transcurso de una reunión de trabajo en la que estaban representantes de esos países y en la que flotaba en el aire su decisión de suspender el TPS, un permiso de residencia especial para los inmigrantes en suelo norteamericano llegados de contextos marcados por la guerra o catástrofes medioambientales. Ante ellos, dijo sin sonrojarse: “¿Por qué tenemos a toda esta gente de países que son un agujero de mierda viniendo aquí?”. Y, en referencia a la persona que encabezaba la delegación de Noruega, afirmó desear que los que migraran hasta Estados Unidos provinieran precisamente de ese país, uno de los más desarrollados del mundo.

Una decisión “intolerable”

Las críticas contra el presidente estadounidense por la suspensión del TPS para los originarios de El Salvador, Haití y Sudán siguen llegando en cascada. También desde la Iglesia. Así, el obispo de El Paso (Texas), Mark J. Seitz, ha tachado la decisión de “intolerable” en una tribuna en el diario local The Hill publicada antes de que se hiciera pública la decisión presidencial.

Según relata, en agosto acudió a El Salvador y Honduras (otro país amenazado con la suspensión del TPS) una expedición de obispos estadounidenses para estudiar sobre el terreno cuáles serían las consecuencias de la abolición de ese permiso de residencia especial. Y se encontraron con que, “abrumadoramente”, se generarían para esa población “problemas de protección a gran escala”.

Casi 200.000 niños en el limbo

Con todo, para Seitz, lo más dramático es “el hecho de que estos titulares salvadoreños de TPS son padres de aproximadamente 192.000 niños [que, nacidos aquí, sí son] ciudadanos estadounidenses”. Por no hablar de los matrimonios mixtos en los que uno de los cónyuges, originario salvadoreño, puede ahora ser expulsado… “¿Qué les sucederá a estos niños si a sus padres se les ordena volver a El Salvador? ¿Qué será de su futuro?”, se lamenta el prelado.

Además, continúa, las consecuencias también afectarían a la población local: “Nuestras comunidades sentirán directamente esos impactos financieros; ciertas industrias, como el cuidado de la salud en el hogar y la construcción, se verán directa y negativamente afectadas”.

En cuanto a lo que le podría ocurrir a aquellos que se vieran obligados a volver a El Salvador, azotado por la violencia de las bandas, el pastor muestra su desolación: “He escuchado a jóvenes que se enfrentaron agresiones sexuales y al abuso doméstico. Muchos muchachos en edad adolescente han hablado conmigo sobre el hecho de tener miedo de ir a la escuela por temor a encontrarse con pandillas en el camino y tener que pagar a diario para entrar y salir de su vecindario”. Ahora, la pesadilla se puede hacer realidad.

Un discurso político “malsano”

El arzobispo de Los Ángeles y vicepresidente del Episcopado estadounidense, José Gómez, ha sido igualmente crítico desde su cuenta de Twitter. En numerosos mensajes, ha reivindicado el TPS y el DACA, otro programa de protección para los llamados dreamers (soñadores), 800.000 migrantes que llegaron de niños a suelo estadounidense. “Hoy en día –afirma en uno de sus muchos tuits–, los #Dreamers son los ‘niños del cartel’, rotos, como nuestro sistema, e improductivos, como nuestro malsano discurso político”.

Sobre los hijos de los salvadoreños, nacidos ya en Estados Unidos y que ahora podrían tener que irse con sus familias, el prelado les dedica un cariñoso mensaje: “Son buenos hijos y queremos ayudarlos a desarrollar el potencial que les ha dado por Dios, para mantener a sus familias y para hacer su propia contribución al sueño americano“.

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