“Mi maleta seguía en la entrada del piso. De repente, la imagen me impresionó. Viéndola allí, un extraño no habría sabido decir si indicaba un regreso o una partida. Eso me llevó a preguntarme cómo podemos tener la pretensión de desentrañar ciertos misterios insondables si a veces somo incapaces de descubrir la verdad sobre cosas tan sencillas como esa”.
Esa escena con meditación adosada podría darse estos días en Guadix. O en Getafe. Punto de partida. O de llegada. Mudanza episcopal para dos pastores que cierran capítulo. Y abren otro.
La cita se esconde en ‘Bajo el árbol de los toraya’, de Phillipe Claudel (Salamandra, 2017), la cata más reciente de Ginés García Beltrán. En 2017 han pasado por sus manos más de treinta novelas. Tantas que las intercambia con sus amigos para no convertirse en un Diógenes de la lectura. “El saber sí ocupa lugar. Y pesa lo suyo”, comenta con ironía el nuevo obispo de Getafe, que tiene claro que deberá echar mano de una furgoneta para trasladar su pequeña gran biblioteca. El resto de su vida se puede reducir a un par de maletas de ropa y enseres personales. Ligero de equipaje para un traslado episcopal. Lo hará al volante de su coche, al estilo Blázquez, dejando atrás la Diócesis de Guadix-Baza, cuyo timón ha llevado durante ocho años.
Apenas han pasado unas horas desde que el 3 de enero, a las 12 de la mañana, el ‘bollettino’ de la Santa Sede certificara su nombramiento al frente de una de las diócesis más jóvenes de Europa en historia –apenas 25 años–, pero también en media de edad de población en una España envejecida. A la par, se confirmaba la jubilación de Joaquín López de Andújar, presente en Getafe desde su creación, obispo auxiliar desde 2001 y diocesano en 2004, tras el fallecimiento de su predecesor, Francisco José Pérez y Fernández-Golfín.
Ginés y Joaquín reflejan el goteo constante de cambios de rostro en los obispados de nuestro país desde que hace casi cinco años el argentino Jorge Mario Bergoglio fuera elegido papa y marcara un perfil renovado de prelado.
Desde fuera, estos cambios se pueden interpretar solo como movimiento de fichas en un puzle para buscar un equilibrio de fuerzas. Como si detrás de cada nombramiento episcopal se escondiera un consejero delegado llamado a gestionar una sucursal o un político eclesial con una determinada interpretación doctrinal bajo el brazo.
Etiquetas que obvian que, bajo la mitra, hay un pastor, una persona. Más allá de que al cardenal Osoro se le identifique como impulsor de la candidatura de García Beltrán o de que a López de Andújar se le asocie con Rouco Varela. Más allá, se esconden dos hombres con expectativas, ilusiones y temores. (…)
Se dice Ginés que llega con el estilo Francisco bajo el brazo, y algunos no lo usan como piropo… “Esas etiquetas son altamente peligrosas –responde–. Yo seré siempre del Papa, del que sea, y me siento orgulloso de ello. Lo tengo interiorizado en mi alma y así lo intentaba contagiar como formador del seminario y como cura en la parroquia. Claro que soy ‘franciscano’, y su persona me parece un don para la Iglesia. No me ofende que me asocien con él, me siento orgulloso. Cuando eligieron a Francisco, un cura me ensalzaba continuamente a Benedicto XVI intentando enfrentarlos. Le contesté: ‘A mí no me tienes que convencer de nada, porque Benedicto XVI me hizo obispo, quizá tienes que convencerte a ti mismo’”.
Mientras Ginés medita sobre lo que está por venir, en el Obispado de Getafe, López de Andújar tiene asumida su despedida: “El despacho se va a quedar intacto. Tal y como se ve ahora. Solo me llevaré las fotos con el Papa. Además, la nueva casa del capellán de La Aldehuela es muy pequeñita. Allí me voy a llevar lo indispensable”, detalla López de Andújar, que ha elegido vivir como emérito en el convento fundado por la Madre Maravillas, donde reposan sus restos, y ejercer de vicario parroquial en la iglesia de los santos Justo y Pastor, en Perales del Río. (…)