Este domingo 14 de enero, Jornada del Migrante y el Refugiado, muchos sienten lo que experimentó en su día Philippe Mbou cuando llegó a España hace siete años procedente de Camerún. Tenía 22 años. Como explica a Vida Nueva, venía lleno de sueños. Pero se encontró con que la Europa que le habían vendido era “mentira”.
No solo no se le ofreció la acogida que esperaba ni se le abrieron de par en par las puertas del trabajo, siendo que, de repente, un día se vio “como un criminal, esposado, con el cinturón tan apretado que no me dejaba mover, yendo a 180 km/h con la sirena puesta… Lo que más recuerdo es lo asustado que estaba, pues me hacía idea de a dónde me llevaban”.
Efectivamente, acabó en un CIE. Allí se sintió “como un delincuente en una cárcel”. Pero lo peor fueron los malos tratos: “Los hombres de uniforme pegaban a los internos y se infringían castigos con el agua, duchándonos con ella muy fría o muy caliente. Además, sabíamos que algunas expulsiones eran vergonzosas e ilegales”. Pese a ello, asegura, “los internos teníamos nuestra arma: estar unidos y sentirnos uno frente a esos abusos”.
Ya en la calle, pasó varios años manteniendo la situación de “irregular”, lo que le cerraba las puertas a todo tipo de trabajos. Hoy, afortunadamente, todo ha cambiado. Tiene trabajo y sus papeles en regla. Pero no deja de gritar con todas sus fuerzas a los que se plantean emigrar hasta aquí por cuestiones económicas “es falso en paraíso que nos han vendido”. Lo explica en esta entrevista.
El “engaño”
PREGUNTA.- A través de las redes sociales y de tu canal en Youtube en el que te presentas como PhilM6, publicas ingeniosas llamadas como aquella en la que te defines así: “Mindundi en el paraíso, ministro en el infierno”, donde defiendes que los propios migrantes forman parte de ese “engaño” generando un “efecto llamada” del que acaban siendo las primeras víctimas…
RESPUESTA.- Así es, creo firmemente que salimos de nuestra tierra con una idea totalmente deferente de la realidad sobre lo que nos encontraremos aquí. Lo tengo muy claro: a los africanos nos venden una mentira para que vengamos a Europa. Y los primeros en contribuir a ello son muchas veces los propios inmigrantes, que ocultan a los suyos, en sus países de origen, lo que aquí en verdad viven. En África cala la idea de que si allí reciben 10 por un trabajo, en Europa les darán 1.000 por lo mismo. Y no es verdad… Yo ya he estabilizado mi situación, pero lo que gano solo me da para pagar el alquiler y los recibos, y a veces ni llego.
P.- ¿Cuándo y cómo empezó ese engaño?
R.- Los responsables fueron los primeros inmigrantes que vinieron a Europa. Congo, por ejemplo, fue una colonia belga. Allí se veía con los propios ojos que el hombre blanco no trabajaba… En cambio, cuando los primeros congoleños consiguieron llegar a Europa, vieron la verdad: que eran hombres blancos los que barrían sus propias calles… Sin embargo, no contaron eso. Contribuyeron a la mentira, por vergüenza, por no defraudar a sus familias. En África, una familia con uno de sus miembros emigrado en Europa es admirada por todos. La gente va a su casa, ve la foto del hijo rodeado de blancos (siempre tiene que ser así) y se dice con orgullo: “Ya ha llegado”. Es como un héroe. Es muy difícil romper con eso.
P.- ¿Con qué reacciones te encuentras entre los tuyos cuando luchas contra esa imagen?
R.- Yo he llegado a discutir con mis amigos por ello. Me ha costado mucho, pero he conseguido que la mayoría ya no quieran venir. Un amigo, incluso, tenía trabajo en Congo y hasta le pagaban sus gastos, ¡y aun así solo soñaba con venir a Europa! Le dije que no contara conmigo para ayudarle a venir y le expliqué por qué. Lo acabó aceptando y me dio las gracias, diciéndome que fui el único de todos los que conocía entre los emigrados a Europa que le había dicho la verdad…
“He visto morir a gente abandonada”
P.- Otra situación es la de los refugiados y desplazados que huyen de sus casas, directamente, para salvar la vida. ¿Qué sientes ante una Europa que les cierra las puertas?
R.- A aquellos que defienden eso, les digo que lo hacen porque no han vivido algo así. Desconocen el sufrimiento que genera la guerra. En las redes, algunos incluso piden que “maten” a los refugiados… En mi camino hasta aquí, yo he visto morir a gente absolutamente abandonada. A algunos los asesinaron por robar, a modo de escarmiento. Cuando estás ante el sufrimiento del otro, del que está en la mierda, lo humano es la actitud de acogerlo, de darle la mano y salvarle la vida.
P.- Cuentas tu experiencia en un libro que has escrito, Tras los pasos de un destino, y que esperas publicar algún día…
R.- Me gustaría mucho poder conseguirlo, pues en él, además de esta denuncia contra la llamada engañosa a emigrar, cuento mi historia. Sobre todo, algo que para mí es muy especial, los diez años que pasaron hasta poder reencontrarme con mi madre.