Cono Sur

A la llegada de Francisco

  • Tensiones y manifestaciones alteran el entusiasmo con que los chilenos acogen al Papa.
  • En actividades paralelas organizaciones expresan sus críticas a la Iglesia.

 





Dos días antes de la llegada de Francisco a Santiago, unos 8 mil jóvenes recibieron la última capacitación como voluntarios papales y el kit con el peto y gorro de trabajo, una bolsa de agua reutilizable, protector solar, colaciones y el Manual del Voluntario. Otros 40 mil jóvenes se preparan para participar en el encuentro con el Papa el miércoles 17 en el Santuario Nacional de Maipú. Como ellos, más de un millón de personas esperan participar en las tres celebraciones eucarísticas con el Papa en Chile. En Santiago la Misa por la Paz y la Justicia será la primera actividad multitudinaria de Francisco en el país, al día siguiente en Temuco oficiará la Misa por el Progreso de los pueblos y el jueves en Iquique, desde donde seguirá a Lima, Perú, celebrará la Misa de Nuestra Señora del Carmen, Reina y Madre de Chile. 

En la comitiva que acompaña al Papa destaca la presencia del Secretario de Estado, el Cardenal Pietro Parolin quien, a horas del viaje expresó que éste no será simple “pero, definitivamente, será apasionante”. Agregó que el Papa encontrará iglesias activas “que tienen que enfrentar numerosos desafíos” entre los cuales destacó la situación de las poblaciones indígenas, como es el caso de Temuco en Chile, y la corrupción que “impide el desarrollo y la superación de la pobreza y de la miseria”.

Expresiones críticas

En la víspera del arribo del Papa, cinco templos en Santiago y uno en Melipilla recibieron ataques incendiarios provocando daños materiales, sin heridos. Dejaron escritos amenazantes: “la única iglesia que ilumina es la que arde” o “libertad a todos los presos políticos del mundo (…) papa Francisco, las próximas bombas serán en tu sotana”. El cardenal Ricardo Ezzati, arzobispo de Santiago, visitó las parroquias afectadas y expresó que “los daños no son la gravedad, la gravedad es la intolerancia”.

Algunos días antes un movimiento social que demanda soluciones habitacionales y que ha sido crítico de la Iglesia ingresó a la Nunciatura Apostólica en Santiago con leyendas contra la visita del Papa. Sus dirigentes fueron detenidos por la policía. La gravedad del hecho radica en que ésta será la residencia del Papa durante su estadía en Chile.

También las víctimas de abuso por parte de eclesiásticos tienen actividades paralelas. La Fundación para la Confianza, dirigida por tres de los denunciantes del Padre Fernando Karadima, organizó el seminario “Abuso sexual en contexto eclesiástico” en el que unas 200 personas escuchan las exposiciones de Peter Saunders, inglés, ex miembro de la Comisión Pontificia para la protección de menores; Sara Oviedo, ecuatoriana, ex vicepresidenta del Comité Internacional de los derechos del niño, de la ONU; Alberto Athie, mexicano, ex sacerdote que denunció los abusos en los Legionarios de Cristo; Pedro Salinas, periodista autor del libro que denuncia a los Sodalicios de Perú; entre otros. 

También en Temuco el mismo día que Francisco llega a Chile se realiza un encuentro de mapuche argentinos y chilenos convocado por Aucán Huilcamán, vocero del Consejo de Todas las Tierras. En esta ciudad las manifestaciones incluyen el reclamo por el terreno en que se realizará la Misa del Papa, el aeropuerto Maquehue, que consideran usurpado al pueblo mapuche. 

El obispo Barros

La difusión de una carta filtrada por Associated Press del Papa Francisco al Comité Permanente del Episcopado chileno, fechada en enero de 2015, vino a elevar la temperatura y aumentar la tensión. En ella el Papa dice que el Nuncio pidió la renuncia al obispo de Osorno, Juan Barros, y que éste se la presentó. Sin embargo, por mencionar que también pediría la renuncia a los obispos de Talca, Horacio Valenzuela, y Linares, Tomislav Koljatic, todo el proceso se trabó y la renuncia quedó en nada.

El obispo Barros ha sido fuertemente rechazado en la diócesis de Osorno y esta iglesia ha quedado dividida. El año pasado se difundió una grabación en la que el Papa Francisco hablando al vocero de la Conferencia Episcopal de Chile, Jaime Coiro, en la plaza San Pedro, le dice que las acusaciones contra Barros han sido “desacreditadas” por la justicia y califica de tontos a los osorninos por acoger las críticas de los “zurdos”, las que son sólo “macanas”. El profundo dolor que estas expresiones han provocado en la iglesia chilena genera una de las más fuertes expectativas de esta visita: cómo abordará Francisco esta situación ahora que está en el país y que se ha sabido que la renuncia de Barros quedó trabada hace tres años manteniendo este dolor y la división de su diócesis. 

Iglesia creíble

Diferentes grupos críticos de la Iglesia chilena, de su actual jerarquía, hicieron gestiones para tener encuentros con el Papa, pero argumentan que ni siquiera fueron escuchados. Por ello, las manifestaciones están ocurriendo en actividades paralelas y se harán presente en las calles al paso de la caravana con el papamóvil. Recorrido que ha sido modificado ante informaciones entregadas por los grupos disidentes. 

Ellos, como los muchos entusiastas favorables a la visita, están expectantes de escuchar lo que Francisco diga en sus homilías de las Misas multitudinarias, en el encuentro con los jóvenes, con las reclusas en la cárcel de mujeres y en la Catedral de Santiago al clero y los obispos. La organización preparatoria de esta visita no dio señales positivas de posibles expresiones del Papa frente a estos temas complejos, al contrario ha sido calificada de poco expansiva y más bien excluyente. Sin embargo, hay mucha esperanza en Francisco, en su estilo personal, en su lenguaje directo y en su conocimiento del país como lo expresó él mismo, en el avión al iniciar su peregrinación: “Para mí no será un viaje difícil. Estudié aquí y tengo muchos amigos y conozco bien Chile”.

El jesuita Fernando Montes, anterior rector de la Universidad Alberto Hurtado, pone esa esperanza en la acogida al Papa: “que la misma Iglesia aplique realmente en su seno y tome en serio lo que escuche del papa Francisco. Aparentemente, en estos años oficialmente se aceptó el mensaje papal, pero no se ve una aplicación con fuerza en la Iglesia chilena. Y, en segundo lugar, es un desafío que nos ayude a volver a situar a la Iglesia en el espacio público, enfrentando los principales problemas políticos, sociales, éticos y religiosos del país con una voz clara, valiente, inteligible, abierta y dialogante, que sea creíble”.

 

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