Santiago de Chile ha amanecido hoy como se acostó anoche: con el centro de la ciudad engalanado y miles de personas en la calle para dar la bienvenida a su ilustre invitado, el papa Francisco.
Hoy martes 16 de enero, en este primer día de su viaje a Chile, el Pontífice ha recorrido las calles de la capital en automóvil para dirigirse al Palacio de La Moneda, sede de la Presidencia del país, donde a las 8:30 h. (12:30 hora española) se ha encontrado con las autoridades, representantes de la sociedad civil y cuerpo diplomático.
Igual que ayer en el aeropuerto, también hoy ha sido recibido por la presidenta saliente, Michelle Bachelet, que le acompañó hasta el Patio de los Naranjos, lugar escogido para el encuentro.
“Hoy le abrimos las puertas de Chile a un amigo”, saludó Bachelet, recordando que Bergoglio vivió en el país durante una época de su juventud. Sus palabras contextualizaban el destino del viaje: principalmente, un país completamente diferente al que visitó Juan Pablo II en 1987 –gobernado entonces por el dictador Augusto Pinochet–, un país que ha conquistado la democracia “recorriendo el camino de la justicia”, teniendo en cuenta a todas las personas, “pasando del dolor a la confianza”. “La amistad cara a cara y el estímulo al diálogo es lo que trae el papa Francisco”, le agradeció.
En su discurso –pronunciado, obviamente, en español–, el Papa comenzó también poniendo en valor la conquista de la democracia, ejemplificada en la “solidez y madurez cívica” de las elecciones celebradas en diciembre y que han dado ganador a Sebastián Piñera; este estaba presente en el encuentro, y al citarlo el Papa, sonaron tímidos aplausos.
“No es posible conformarse con lo que ya se ha conseguido en el pasado –advirtió Francisco– e instalarse, y disfrutarlo como si esa situación nos llevara a desconocer que todavía muchos hermanos nuestros sufren situaciones de injusticia que nos reclaman a todos. Tienen ustedes, por tanto, un reto grande y apasionante: seguir trabajando para que la democracia y el sueño de sus mayores, más allá de sus aspectos formales, sea de verdad lugar de encuentro para todos. Que sea un lugar en el que todos, sin excepción, se sientan convocados a construir casa, familia y nación”.
Para que todos se sientan concernidos por este desafío, el Papa ha recomendado custodiar la “pluralidad étnica, cultural e histórica”, para lo cual hay que escuchar a los parados, los migrantes, los jóvenes y los ancianos.
Escuchar también a los pueblos originarios, “frecuentemente olvidados y cuyos derechos necesitan ser atendidos y su cultura cuidada, para que no se pierda parte de la identidad y riqueza de esta nación”.
Y escuchar también a los niños, y en este punto pronunció uno de los párrafos principales del discurso, ante el cual detuvo el ritmo de locución, levantando los aplausos de su auditorio: “No puedo dejar de manifestar el dolor y la vergüenza que siento ante el daño irreparable causado a niños por parte de ministros de la Iglesia. Me quiero unir a mis hermanos en el episcopado, ya que es justo pedir perdón y apoyar con todas las fuerzas a las víctimas, al mismo tiempo que hemos de empeñarnos para que no se vuelva a repetir”.
La intervención papal finalizaba con una llamada de “preferencial atención” al cuidado de la casa común y a resistir el “avance del paradigma tecnocrático” y el poder económico: “La sabiduría de los pueblos originarios puede ser un gran aporte. De ellos podemos aprender que no hay verdadero desarrollo en un pueblo que dé la espalda a la tierra y a todo y a todos los que la rodean. Chile tiene en sus raíces una sabiduría capaz de ayudar a trascender la concepción meramente consumista de la existencia para adquirir una actitud sapiencial frente al futuro“.
Al terminar su discurso, el Papa mantuvo una reunión privada con Michelle Bachelet.
Mientras, en el Parque O’Higgins todo estaba preparado para la Santa Misa, que Francisco presidirá a las 10:30 h. (14:30 hora española).