Brevísimo, pero no por eso superficial. Bien al contrario, Francisco se ha mostrado contundente hoy con los obispos de Chile, al dejarles dos mensajes principales: ojo con la tentación del clericalismo y poner toda la atención posible en la formación de los futuros sacerdotes.
El encuentro del Papa con el Episcopado chileno, hoy martes 16 de enero, ha cerrado una jornada repleta en el primer día de esta visita apostólica a Chile, que comenzaba a primera hora con un saludo a las autoridades civiles, seguía con la celebración de la misa, después de comer con una parada en el centro penitenciario de mujeres de Santiago y por la tarde con un discurso a los sacerdotes y religiosos del país.
El encuentro con el clero y los miembros de la vida consagrada tuvo lugar en la Catedral de Santiago, y justo a continuación, el Papa accedía a la sacristía, donde le esperaban 50 obispos chilenos, encabezados por el presidente de la Conferencia Episcopal, el arzobispo castrense Santiago Silva Retamales.
Realmente la alocución de Bergoglio ha sido muy rápida. El tema, el mismo que el Pontífice abordó en el Vaticano hace ahora casi un año (febrero de 2017), durante la visita ad limina del Episcopado chileno: el acompañamiento a los presbíteros y la conciencia de ser pueblo.
“Si el pastor anda disperso, las ovejas también se dispersarán y quedarán al alcance de cualquier lobo”, explicó el Papa usando una imagen muy gráfica. Una “paternidad” del obispo hacia su presbiterio “que no es ni paternalismo ni abuso de autoridad. Un don a pedir”.
Y explicó: “Estén cerca de sus curas al estilo de san José. Una paternidad que ayuda a crecer y a desarrollar los carismas que el Espíritu ha querido derramar en sus respectivos presbiterios”.
Francisco advirtió primero contra el riesgo de que el clero se vea afectado por el “sentir posmoderno” del “sentimiento de orfandad”, “sentir que no pertenecen a nadie”, olvidar que “somos parte del santo pueblo fiel de Dios”, porque “la Iglesia no es ni será nunca de una élite de consagrados”.
Si esto ocurre, “no podremos sostener nuestra vida, nuestra vocación o ministerio sin esta conciencia de ser Pueblo”.
Y no cualquier manera de estar en el pueblo, sino que se trata de ser “servidores, no dueños”. De lo contrario, se cae en la segunda tentación que quiere evitar el Papa: “El clericalismo, que resulta una caricatura de la vocación recibida”.
En este punto, Bergoglio ha dejado una frase quizá no novedosa en su magisterio, pero desde luego impactante: “Digámoslo claro, los laicos no son nuestros peones, ni nuestros empleados. No tienen que repetir como ‘loros’ lo que decimos”.
Muy preocupado por atajar esto desde el mismo seminario, el Papa ha pedido a los obispos chilenos que garanticen todo el proceso formativo, gracias al cual los futuros sacerdotes miren al mañana: “Los sacerdotes del mañana deben formarse mirando al mañana: su ministerio se desarrollará en un mundo secularizado y, por lo tanto, nos exige a nosotros pastores discernir cómo prepararlos para desarrollar su misión en ese escenario concreto y no en nuestros ‘mundos o estados ideales'”.
El discurso terminó con una frase redonda a modo de resumen: “No al clericalismo y a mundos ideales que solo entran en nuestros esquemas pero que no tocan la vida de nadie”.
Como anécdota, cabe señalar que al principio de su intervención, Francisco saludó –para regocijo de los presentes– a monseñor Bernardino Piñera Carvallo, el obispo más anciano del mundo, tanto en edad como en años de ministerio episcopal (este año cumplirá 60), y que vivió, por ejemplo, las cuatro sesiones del Concilio Vaticano II. “Hermosa memoria viviente”, agradeció el Papa.
Al salir de la Catedral, el Papa se ha visto con diez delegados de Iglesias cristianas y de otras religiones. Posteriormente, ha realizado una última parada en el Santuario de San Alberto Hurtado.