Justo después de la visita al Centro Penitenciario de Mujeres, el papa Francisco se ha dirigido a la Catedral de Santiago de Chile, desde cuyo altar mayor el cardenal salesiano Ricardo Ezzati le ha dado la bienvenida junto a una imagen de la Virgen del Carmen, Patrona de Chile. Además, ha leído el pasaje del Evangelio en el que Jesús Resucitado se aparece a los discípulos y le pregunta a san Pedro si le ama, después de que le negase tres veces. El motivo de estar allí era verse con los sacerdotes, religiosos y religiosas, consagrados y consagradas y seminaristas de Chile, en este primer día de su visita apostólica al país.
El Papa, que ha agradecido a Ezzati su bienvenida, ha invitado a los presentes a recordar el día de su consagración a Cristo, para “renovar todos juntos la respuesta a la llamada que un día inquietó nuestro corazón”.
“No existe el selfie vocacional”
Para ello, en su discurso el Papa se ha servido de la lectura que ha pronunciado el cardenal: “Vamos a hablar del Pedro/comunidad abatida, Pedro/comunidad misericordiada, y Pedro/comunidad transfigurada”.
Ha explicado que el binomio Pedro/comunidad es porque la vida de los apóstoles tiene dos aspectos, el personal y el comunitario “somos llamados personalmente pero siempre a partir de un grupo más grande. No existe el selfie vocacional. La vocación exige que la foto te la saque otro, ¡qué le vamos a hacer!”, ha bromeado.
Rumiar la desolación
Tras repasar la situación de los discípulos después de la muerte de Jesús, ha comenzado Francisco con Pedro/comunidad abatida. “Vuelven a sus casas cuando Jesús muere, eran pescadores, pero no pescaron nada ese día”. Pero eso es signo de otro vacío “que pesaba inconscientemente sobre ellos: el desconcierto y la turbación por la muerte de su Maestro”.
Su muerte provocó un torbellino de conflictos en ellos, Pedro le niega, Judas le traiciona, los demás huyen… “Son las horas de desconcierto y turbación en la vida del discípulo“. Y lo que hacen es lo peor que se puede hacer en estos casos, “se quedaron rumiando esta desolación”.
Perdón por los abusos a menores
Francisco ha aprovechado esto para hablar de un tema que le ha presentado Ezzatti al principio, los abusos a menores. “Conozco el dolor que han significado estos casos y sigo con atención cuanto hacen para superar ese grave y doloroso mal”.
El Pontífice ha hablado tanto del daño de las víctimas como el que ha sentido la Iglesia: “El de ustedes hermanos, que han vivido el daño que provoca la sospecha y el cuestionamiento (…) Sé que a veces han sufrido insultos en el metro o caminando por la calle; que ir ‘vestido de cura’ en muchos lados se está ‘pagando caro’. Por eso los invito a que pidamos a Dios nos dé la lucidez de llamar a la realidad por su nombre, la valentía de pedir perdón”.
Por otra parte, ha recordado también que la sociedad ha cambiado mucho en el último siglo, alcanzando aspectos muy diversos que no se ajustan a lo que conocíamos hasta ahora, suscitando nuevos problemas. Pero, como ha dicho “nos guste o no, estamos invitados a enfrentar la realidad así como se presenta”. De esta forma ha ligado el momento actual de la Iglesia con la comunidad abatida, los discípulos que se quedan rumiando el problema.
La Comunidad Misericordiada
El Papa ha pasado entonces a la segunda parte de su alocución. “Después de comer, Jesús invita a Pedro a dar un paseo y la única palabra es una pregunta de amor: ¿Me amas?”. Y esta actitud de Jesús es crucial para san Pedro, ya que ”
“¿Qué fortalece a san Pedro?”, ha preguntado. “Que en medio de nuestros pecados viene a nosotros con su misericordia”. Y aquí les ha dado un consejo: “El consagrado es quien encuentra en sus heridas los signos de la Resurrección, es quien, al estilo de Jesús, no va a encontrar a sus hermanos con el reproche y la condena”.
Les ha invitado a, como hizo Él, no esconder las llagas de la Iglesia: “Una Iglesia con llagas puede entender las llagas del resto del mundo. Una Iglesia con llagas no se pone en el centro, no se cree perfecta, sino que pone allí al único que puede sanar las heridas y tiene nombre: Jesucristo”.
Ha recomendado además no pensar en la Iglesia perfecta, en ser realistas, porque nuestras llagas nos ayudan a esforzarnos para ser mejores.
Asimismo, ha lamentado la existencia de comunidades que piensan más por “la desesperación de estar en cartelera, por ocupar espacios, por aparecer y mostrarse, que por remangarse y salir a tocar la realidad sufrida de nuestro pueblo fiel (…) El Pueblo de Dios no espera ni necesita de nosotros superhéroes, espera pastores, consagrados, que sepan de compasión, que sepan tender una mano”.
Comunidad Transfigurada
Pedro descubrió deesta forma que de sus debilidades pueden ser camino de resurrección “Conocer a Pedro abatido para conocer a Pedro transfigurado es la invitación a pasar de ser una Iglesia de abatidos desolados a una Iglesia servidora de tantos abatidos que conviven a nuestro lado”, ha sentenciado Francisco antes de ser interrumpido por un gran aplauso.
Pero el problema, como ha recordado el Obispo de Roma, no es dar de comer al hambriento y de beber al sediento “sino en considerar que el pobre, el desnudo, el enfermo (…) tienen la dignidad para sentarse en nuestras mesas, de sentirse ‘en casa’ entre nosotros, de sentirse familia”. Ahí es donde se nota una Iglesia herida por el pecado que por medio de la misericordia de Dios se renueva. Y renovarse no es soñar con una comunidad o discípulo ideales, sino “crear las condiciones para que cada persona abatida pueda encontrarse con Jesús. No se aman las situaciones ni las comunidades ideales, se aman las personas”.
Tras aconsejar una oración del cardenal Raúl Silva Henríquez (“La Iglesia que yo amo es la Santa Iglesia de todos los días…”) ha concluido el encuentro con una pregunta: “¿Cómo es la Iglesia que tú amas? ¿Amas a esta Iglesia herida que encuentra vida en las llagas de Jesús?“.
Finalmente han rezado el Padrenuestro y la Salve todos juntos y el Pontífice se ha dirigido a la Sacristía para encontrarse con los obispos de Chile.