Armand Puig: “El Mayo del 68 no se hizo contra la Iglesia, aunque acabó afectándola”

  • La Iglesia de Barcelona analiza desde hoy, en un congreso internacional, el influjo que aquel acontecimiento tuvo en la institución eclesial
  • El rector del Ateneu Universitari Sant Pacià explica a Vida Nueva cómo el magisterio petrino sufrió con el cuestionamiento del principio de autoridad

El sacerdote Armand Puig, rector del Ateneu Universitari Sant Pacià, de Barcelona

Medio siglo después de aquellos acontecimientos que conmocionaron al mundo, la Iglesia barcelonesa pasa revista al Mayo del 68 con el congreso internacional ‘¿Qué fue el 1968? Una lectura 50 años después’, que, organizado por el Ateneu Universitari Sant Pacià (AUSP) y la Universidad de Barcelona (UB), en colaboración del Pontificio Comité de Ciencia Histórica del Vaticano, se celebra desde hoy, miércoles 17 de enero, hasta el viernes 19 en el Aula Magna del AUSP y en el Paraninfo de la UB.

Estructurado en tres bloques, un de ellos servirá para describir las influencias más significativas que el Mayo francés tuvo también en la Iglesia, algo que, como señala en esta entrevista el rector del AUSP, el sacerdote Armand Puig, “acarreó consecuencias para ella”, pues “el posconcilio estaba al rojo vivo”. Las sesiones pueden seguirse en directo en la web del Ateneu.

PREGUNTA.- En ocasiones, la Iglesia ha “demonizado” el Mayo francés como causante de algunos de los males que ha detectado en la sociedad contemporánea. ¿Por qué entonces un Congreso dedicado a él? 

RESPUESTA.- Es más importante comprender el mundo que demonizarlo. La Iglesia vive en este mundo y participa de sus procesos internos, de sus apuestas, erróneas o no, y de sus anhelos. Este Congreso pretende comprender el Mayo del 68 a escala mundial, no solo francesa, y preguntarse por las ideologías y filosofías que lo influyeron y por las consecuencias que tuvo en diversos campos, y, asimismo, las repercusiones eclesiales que provocó.

Después de 50 años, hay la perspectiva suficiente para analizar todos estos extremos y sacar conclusiones de alto rigor científico. El hecho de que en el Congreso intervenga el Comité Pontificio de Ciencias Históricas es una garantía y un acicate. El mismo Papa, en su discurso al Cuerpo Diplomático del pasado 8 de enero, mencionó y subrayó la importancia del 68 y, por lo tanto, indirectamente, la necesidad de analizarlo.

Disenso y contestación eclesial

P.- ¿Tiene algo que reprocharle la Iglesia al Mayo del 68?

R.- El Mayo del 68 no se hizo contra la Iglesia, pero acarreó consecuencias para ella. No podemos olvidar que el posconcilio estaba al rojo vivo y que el disenso y la contestación eran actitudes comunes en el ala progresista católica de la época. También había reacciones de despecho y de crítica en el ala conservadora.

La Iglesia estaba experimentando el posconcilio y, al mismo tiempo, procuraba insistir en los efectos del mensaje cristiano para el mundo, no solo para la Iglesia. En aquel momento, el 68 pone en entredicho el principio de autoridad y propone una modificación radical de los comportamientos éticos en algunos campos sensibles, relacionados sobre todo con la moral de la persona. Hay un nexo entre el cuestionamiento radical del principio de autoridad del Mayo del 68 y las reacciones que se producen ante la encíclica Humanae Vitae, y que se muestran críticas con el magisterio del papa Pablo VI, producidas en julio del mismo año.

Influencia en la teología de la liberación

P.- ¿Ha influido el Mayo francés en la reflexión teológica del último medio siglo?

R.- El influjo es indirecto. La teología no se lleva a cabo en un laboratorio de ensayos, sino en un mundo donde discurre la vida de las personas, creyentes y no creyentes, católicos y no católicos. Una facultad de Teología no es immune, ni mucho menos, a lo que se gesta en el mundo que la rodea. Es en el campo de la teología moral y de la eclesiología, por este orden, donde puede apreciarse un esfuerzo de la teología para confrontarse con lo que representó el Mayo del 68. No digo que se trate de un diálogo directo, sino más bien implícito. Por lo demás, la aprehensión europea de la teología de la liberación proveniente de América Latina no está exenta de la influencia de los aires del 68.

P.- ¿Ha habido algún tipo de confluencia entre los postulados de aquellos jóvenes parisinos y los postulados eclesiales que en aquella época empezaban a bullir con el Vaticano II?

R.- La respuesta debe ser afirmativa. Se encontraron dos fuerzas históricas y culturales que, en parte, coincidían: el Mayo del 68 y el posconcilio. Había lecturas eclesiales que veían en el 68 una cierta legitimación de sus posiciones. Particularmente, el debilitamiento del principio de autoridad entró en la Iglesia y afectó a la adhesión al magisterio petrino.

Esta consecuencia del 68 no debe ser referida tan solo a los años 60 y 70, en tiempos de Pablo VI. Continuó durante el pontificado de Juan Pablo II. El cisma de Lefebvre incluye una evidente negación del magisterio papal. Y, de una cierta manera, y de forma paradójica, la contestación a la autoridad, típica del 68, pervive en ciertas posiciones eclesiales actuales que se muestran reacias al magisterio del papa Francisco.

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