De vuelta en Santiago de Chile tras la visita a Temuco, el miércoles 17 de enero, Francisco se reunió con los jóvenes chilenos en el Santuario de Maipú.
Con profundo agradecimiento por “bajarse del sofá y ponerse los zapatos”, el Papa les manifestó su alegría por compartir juntos este rato. Antes de su intervención, había escuchado a Ariel Rojas que no solo lo recibió sino que le agradeció el tiempo y la convocatoria al próximo Sínodo de Jóvenes, que se realizará en octubre en Roma.
Haciendo mención al lugar del encuentro que en épocas del general José de San Martín fue escenario de una de las batallas más importantes para la independencia de Chile -Maipú-, recordó también a la Virgen del Carmen. Ella “los espera y los recibe con el corazón abierto, los acompaña para que sean los protagonistas del Chile que sus corazones sueñan”. Sueños de libertad, de alegría, de un futuro mejor para ser los protagonistas del cambio.
Referenció la gran capacidad de movilizarse que tienen los jóvenes chilenos a la hora de las catástrofes sufridas por el país andino, y les dijo: “si ustedes no aman a su patria yo no les creo que lleguen a amar a Jesús y que lleguen a amar a Dios. El Amor a la patria es un amor a la Madre. La llamamos madre patria porque aquí nacimos, pero ella misma, como toda madre, nos enseña a caminar…”
En su discurso, el Papa expresó la necesidad que tiene la Iglesia de mostrar un rostro joven, que desde su corazón se deja interpelar y cuestionar por sus hijos para ser cada día más fiel al Evangelio. “¡Cuánto necesita la Iglesia chilena de ustedes, que nos «muevan el piso» y nos ayuden a estar más cerca de Jesús!”.
Compartió con los jóvenes una anécdota. Le preguntó a un joven qué lo ponía de mal humor. “Él me dijo: «Cuando al celular se le acaba la batería o cuando pierdo la señal de internet»”, porque se pierde todo lo que está pasando, me quedo fuera del mundo. “En esos momentos, salgo corriendo a buscar un cargador o una red de wifi y la contraseña para volverme a conectar». El Papa confirmó que con la fe puede pasar lo mismo. “Al quedarnos sin esa «conexión» que le da vida a nuestros sueños, el corazón comienza a perder fuerza, a quedarse también sin batería y como dice esa canción: «El ruido ambiente y soledad de la ciudad nos aíslan de todo. El mundo que gira al revés pretende sumergirme en él ahogando mis ideas» (Fragmento de “Aquí”, del grupo chileno La Ley)
Preocupado por la desvalorización que muchos jóvenes sienten con respecto a sí mismos, expresó: “Me preocupa cuando, al perder «señal», muchos sienten que no tienen nada que aportar y quedan como perdidos. Nunca pienses que no tienes nada que aportar o que no le haces falta a nadie. Nunca. Ese pensamiento, como le gustaba decir a Hurtado, «es el consejo del diablo» que quiere hacerte sentir que no vales nada… pero para dejar las cosas como están. Todos somos necesarios e importantes, todos tenemos algo que aportar.
También los discípulos buscaban la señal para conectarse con Aquel que es camino, verdad y vida. Juan Bautista los guió. Pero ustedes tienen un gran santo que les puede hacer de guía, un santo que iba cantando con su vida: «contento, Señor, contento». Hurtado tenía una regla de oro para encender su corazón con ese fuego capaz de mantener viva la alegría. “Porque Jesús es ese fuego al cual quien se acerca queda encendido”
Los interrogó, sonriendo: “ninguno trajo su teléfono, no?” Y les sugirió, si querían, podían anotar una contraseña que él les dictaba para recuperar la señal: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?”. “…Cuando salen a bailar, cuando están haciendo deportes o van al estadio: ‘¿Qué haría Cristo en mi lugar?’. Es la contraseña, la batería para encender nuestro corazón, encender la fe…”. “Llegará el momento en que la sabrán de memoria, y llegará el día en que, sin darse cuenta, su corazón latirá como el de Jesús”.
Queridos amigos, les dijo, sean valientes, salgan al encuentro de sus amigos, de aquellos que no conocen o que están en un momento de dificultad. Nunca abandonen a un hombre tirado en el camino.
Señaló algunas las personas del Evangelio para marcarles cómo deberían ser: como Cirineo, Zaqueo, Magdalena, Pedro, Juan y como María, para que tengan su disponibilidad y hacer la voluntad de Jesús. Finalmente, les pidió un último favor: “no se olviden de rezar por mí”.