Hoy jueves 18 de enero, el papa Francisco ha pasado el tercer y último día de su viaje apostólico a Chile trasladándose a la ciudad de Iquique, al norte del país. Apenas aterrizado en el aeropuerto, se dirigió al Campus Lobito, donde a las 11:30 h. (15:30 hora española) daba comienzo la misa, presidida por él.
El Evangelio que se leyó fue el de las bodas de Caná y con varias ideas relacionadas fue construyendo Francisco su homilía.
Primero, felicitando al norte chileno por su alegría: “¡Cómo saben vivir la fe y la vida en clima de fiesta! Vengo como peregrino a celebrar con ustedes esta manera hermosa de vivir la fe. Sus fiestas patronales, sus bailes religiosos —que se prolongan hasta por una semana—, su música, sus vestidos hacen de esta zona un santuario de piedad popular. Porque no es una fiesta que queda encerrada dentro del templo, sino que logran vestir a todo el poblado de fiesta”. Aquí los fieles rompieron en aplausos.
Después, resaltando la figura de María y su necesaria acción “para que la alegría prevalezca”, porque en las bodas de Caná fue ella quien advirtió a Jesús de que “algo estaba por ‘aguar’ la fiesta”. Una María que en la zona tiene varias advocaciones: la Virgen de la Tirana, la Virgen Ayquina en Calama, la Virgen de las Peñas en Arica. Al nombrarlas el Papa, su auditorio volvió a aplaudir.
Y en tercer lugar, aterrizando el milagro de las bodas de Caná en el hoy: “María, mujer de pocas palabras, pero bien concretas, también se acerca a cada uno de nosotros a decirnos tan sólo: ‘Hagan todo lo que Él les diga’. Y de este modo se desata el primer milagro de Jesús: hacer sentir a sus amigos que ellos también son parte del milagro. (…) Así también cada uno de nosotros puede comenzar el milagro, es más, cada uno de nosotros está invitado a ser parte del milagro para otros”.
En la segunda parte de la homilía, Francisco se refirió a Iquique como tierra de inmigrantes: “Esta tierra es tierra de sueños, pero busquemos que siga siendo también tierra de hospitalidad. Hospitalidad festiva, porque sabemos bien que no hay alegría cristiana cuando se cierran puertas; no hay alegría cristiana cuando se les hace sentir a los demás que sobran o que entre nosotros no tienen lugar”.
Y volviendo a la imagen de María en Caná, pidió estar atentos “a todas las situaciones de injusticia y a las nuevas formas de explotación que exponen a tantos hermanos a perder la alegría de la fiesta”: la precarización del trabajo, los que se aprovechan de los inmigrantes, la falta de techo, tierra y trabajo, etc.
“Que nuestra solidaridad y nuestro compromiso con la justicia sean parte del baile o la canción que podamos entonarle a nuestro Señor”, ha finalizado.
El resto de la misa ha transcurrido con normalidad. Quizá el momento más emotivo se vivió justo al finalizar la homilía, cuando el Papa procedió a coronar la imagen de la Virgen del Carmen que presidió toda la celebración desde el altar.
“Esto tiene algo de despedida”, tomó la palabra de nuevo Francisco antes de finalizar la celebración. El Papa ha agradecido la invitación de las autoridades civiles y religiosas para realizar este viaje, así como a los 20.000 voluntarios que han participado en su organización y a los miles de fieles que le han acomañpado, tanto en persona como con su oración.
“Ahora sigo mi peregrinación hacia Perú, hermana en una patria que encuentra su belleza en el rostro pluriforme de sus rostros”, señaló Bergoglio.
Por la tarde, el Pontífice y su séquito tomaban el avión hacia Lima, donde aterrizarán a las 17:20 hora local (23:20 h. española).