América

El Papa en Trujillo: “Los peruanos en este momento no tienen derecho a dejarse robar su esperanza”

  • El Papa aplaude a los ciudadanos de Trujillo por llevar el “aceite de la solidaridad y la generosidad” ante la tragedia del Niño Costero que provocó más de 20.000 damnificados en la región hace un año
  • Francisco denuncia “la violencia organizada, falta de oportunidades educativas y laborales a los jóvenes y la falta de techos seguros para las familias”
  • Homilía íntegra del Papa en la playa de Huanchaco (Trujillo)





Una ovación tras otra. La identificación con las palabras del Papa del pueblo de Trujillo y de los miles de peruanos de la zona Norte del país se tradujo en una homilía que fue respaldada de forma constante con aplausos. Especialmente, cuando Francisco ahondó en una de las heridas abiertas de la región ante “el duro golpe del Niño Costero cuyas consecuencias dolorosas están presentes en tantas familias, especialmente aquellas que no pudieron construir sus hogares”.

Así arrancó el tercer día de su viaje a Perú, con una multitudinaria eucaristía celebrada en la playa de Huanchaco. Allí, el Papa recordó a los asistentes que Jesús  “conoce el dolor y las pruebas y atravesó todos los dolores para poder acompañarnos con las nuestras” ante los efectos de las devastadoras inundaciones que dejaron hace un año a decenas de miles de personas sin casa y unos 20.000 damnificados. En estas circunstancias, apostilló el Obispo de Roma, “nos damos cuenta de lo importante que no estar solos, sino unidos”, en una unión que para el Papa “es fruto del Espíritu Santo”.

El alma de la comunidad

Desde el dolor de esta tragedia, Jorge Mario Bergoglio quiso elogiar la entrega del pueblo peruano para salir adelante. “Hay cosas que no se improvisan, y mucho menos se compran”, subrayó el Papa en relación a lo que llamó “el alma de la comunidad”. Con la parábola de las lámparas de las vírgenes de fondo, el Papa Francisco aplaudió precisamente cómo a lo largo de este año han dado un ejemplo de portar el “aceite de la solidaridad, de la generosidad que los puso en movimiento con innumerables gestos de ayuda”. Así, agradeció el trabajo de todos aquellos que “iluminaron el camino con manos abiertas para paliar el dolor y compartir lo que tenían desde su pobreza”.

“¿Cómo afrontar estas tormentas? ¿Cómo salir adelante? No hay otra salida mejor que la del Evangelio: se llama Jesucristo. Llenen siempre su vida con Evangelio. Sean comunidades que se dejen ungir con el aceite del Evangelio”, señaló Francisco, que recordó cómo “la fe nos llama a tener un amor concreto, de manos tendidas, de compasión”. Así, levantando la mirada, instó a los feligreses a realizar un examen cotidiano de conciencia con una sencilla pregunta: “¿Cuántas lágrimas has secado hoy?”.

Voz de denuncia

Con el mar de fondo, el Papa aprovechó como lo hizo el día anterior con los indígenas, para repasar cuáles son las principales asignaturas pendientes para el desarrollo de la región como “la violencia organizada como el «sicariato» y la inseguridad que esto genera, la falta de oportunidades educativas y laborales a los jóvenes, la falta de techos seguros para las familias, así como otras circunstancias que destruyen la confianza mutua”. Al abordar esta cuestión, Francisco frunció el ceño y con gesto serio, aseveró, ante la mirada del presidente Kuczynski: “Los peruanos en este momento de su historia no tienen derecho a dejarse robar su esperanza”.

La inculturación y el mestizaje visto en la jornada anterior se tradujo en solemnidad en esta eucaristía en la que estuvieron presentes las principales las principales imágenes de Cristo, la Virgen y de los santos con las que se identifican las comunidades de la zona. Precisamente el Papa tuvo un guiño al final de la homilía al invocar a la Virgencita de la Puerta a través de los versos de una canción marinera. “¿Se animan a cantarla? La cantamos juntos. ¿Quién empieza?”, expresó el Papa. Ante la falta de arranque del coro, llamó a los asistentes a recitarla juntos.

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