Después del acto con los consagrados, el Papa se dirigió a la Plaza de Armas de Trujillo, para participar en el último acto previsto en la ciudad peruana: una celebración en honor a la Virgen de la Puerta. Desde ahí, el Pontífice condenó sin paliativos la violencia machista. “Mirando a las madres y a las abuelas, quiero invitarlos a luchar contra una plaga que afecta a nuestro continente: los casos de feminicidio”, sentenció el Papa que invitó a los asistentes a la oración comunitaria a “luchar contra esta fuente de sufrimiento pidiendo que se promueva una legislación y una cultura de repudio a toda forma de violencia”.
Francisco hizo este llamamiento después de presentar esta plaza principal de la ciudad como “un santuario a cielo abierto en el que todos nos dejamos mirar por la Madre, que conoce el corazón de los peruanos; ha visto sus lágrimas, sus risas, sus anhelos”. Desde ahí, comentó que “cada comunidad, cada rinconcito de este suelo viene acompañado por el rostro de un santo, el amor a Jesucristo y a su Madre”, haciendo mención a las distintas imágenes venidas de la región para celebrar este acontecimiento.
De hecho explicó que Dios busca la forma de acercarse a cada uno de la manera que pueda recibirlo, así nacen las más distintas advocaciones “porque el idioma del amor de Dios siempre se pronuncia en dialecto; además resulta esperanzador cómo la Madre asume los rasgos de sus hijos, la vestimenta, el dialecto de los suyos para hacerlos parte de su bendición”.
En reconocimiento a la fuerza de la piedad popular y la inculturación del Evangelio, el Papa reivindicó que “María será siempre una madre mestiza, porque en su corazón encuentran lugar todas las sangres, porque el amor busca todos los medios para amar y ser amado. Todas estas imágenes nos recuerdan la ternura con que Dios quiere estar cerca de cada poblado, de cada familia, de vos, de vos, de mí, de todos”. A renglón seguido, materializó esta devoción concreta en la Inmaculada Virgen de la Puerta de Otuzco “que hoy junto a ustedes, quiero declarar: Virgen de la Puerta, madre de Misericordia y de la Esperanza”.
“Ella nos sigue defendiendo e indicando la Puerta que nos abre el camino a la vida auténtica, Es la que sabe acompañar a cada uno de sus hijos para que vuelvan a casa”, expresó el Papa que señaló cómo María “no quiere nada para sí, nos lleva a Jesús”.
Recordando el año 2015 en el que se celebró el Jubileo de la Misericordia, reiteró: “¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios!”. Por eso presentó a María como la madre de la Misericordia y la Esperanza que “puede multiplicar y llevar la bondad y la ternura de Dios a cada rincón”.
“No hay mayor medicina para curar tantas heridas que el corazón que sabe de misericordia ante el dolor y la desgracia. Como María, estar atentos a aquellos que no tienen el vino de la alegría, así sucedió en las bodas de Caná”, expresó a la multitud presente en la plaza.
“Mirando a María, no quisiera finalizar sin invitarlos a que pensemos en todas las madres y abuelas de esta Nación; son verdadera fuerza motora de la vida y de las familias del Perú. ¡Qué sería Perú sin las madres y las abuelas, qué sería nuestra vida sin ellas!”, sugirió durante su intervención Francisco, que apostilló: “El amor a María nos tiene que generar actitudes de reconocimiento y gratitud frente a la mujer, que son un bastión en las vidas de nuestras ciudades. Es el silencio y la fuerza de la esperanza”.
Por eso, ofreció a María como “la mejor defensa contra el mal de la indiferencia y la insensibilidad”. “Nos lleva a su Hijo y nos invita a promover e irradiar una cultura de la misericordia, basada en el redescubrimiento del encuentro con los demás: que ninguno mire al otro con indiferencia ni aparte la mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos”, concluyó Jorge Mario Bergoglio.