“El día que me traigan una prueba, voy a hablar. No hay una sola prueba en contra, todo es calumnia”, respondió el papa Francisco a la periodista de una radio de Santiago que le preguntó por el obispo Juan Barros. Fue un vendaval que devastó mucho de lo bueno que su propio mensaje y testimonio había provocado, profundizando una herida, no solo en la diócesis de Osorno, sino, como quedó demostrado en este viaje papal, en todo el país.
Ha sido conocida la reacción del arzobispo de Boston, cardenal Sean O’Malley, presidente de la Pontificia Comisión para la Protección de Menores, en un comunicado: “Es comprensible que las declaraciones del papa Francisco de ayer en Santiago de Chile han sido motivo de gran dolor para los supervivientes de abusos sexuales cometidos por el clero o algún otro perpetrador”.
Y agregaba: “Las palabras que llevan el mensaje ‘si no puedes probar tus acusaciones entonces no se te va a creer’, abandonan a aquellos que sufren reprensibles violaciones criminales de su dignidad humana y relegan a los sobrevivientes a un exilio desacreditado”.
Para muchos en Chile, la afirmación del Papa no solo pide pruebas, sino también ofende a las víctimas del sacerdote Fernando Karadima, condenado por el Vaticano a una vida recluida sin ejercer su ministerio. Tres de sus denunciantes ofrecieron una conferencia de prensa en la que expusieron las pruebas de que el obispo de Osorno, Juan Barros, estaba al tanto de las conductas del expárroco de El Bosque.
El Centro de Investigación Periodística, CIPER, publicó al día siguiente de la controvertida respuesta del Papa un informe detallando testimonios y pruebas del expediente judicial civil que no pudo sancionar a Karadima porque los hechos fueron declarados prescritos.
Entrevistado por Tele13 radio, Alejandro Goic, obispo de Rancagua y presidente del Consejo nacional para la prevención de abusos sexuales, se refirió a la presencia del obispo Barros en todos los actos del Papa en Chile: “De alguna manera opacó muchas de las cosas del Papa porque tomó un protagonismo que no era necesario. Todos queremos a Juan, es un hermano, pero creo que hubiera sido prudente que se restara sabiendo que goza de la confianza del Papa para seguir su tarea”.
Y enfatizó en la prioridad de las víctimas y la búsqueda de la verdad: “Son las víctimas las que deben estar en la preocupación fundamental de la Iglesia, por eso es que me duele lo que ha acontecido, y seguimos trabajando con mucha fe y esperanza para que estos episodios ojalá no se repitan nunca más”.
En Chile ha sido tema de varios comentaristas en medios de comunicación quienes también constatan la reducida presencia de público en las calles al paso del Papa y en los actos masivos. Para Elisabetta Piqué, vaticanista argentina, “la verdad es que ha sido bastante decepcionante, aunque se sabía que esto venía, porque había una Iglesia con una sangría de fieles”, sostiene.
Por su parte Andrea Tornielli, editor de Vatican Insider, cercano al Papa expresa: “Se ve que en este país la Iglesia tiene un problema”. “Estamos en América Latina –agrega–, y yo no he visto muchísima gente en las calles, yo estuve en Colombia, Ecuador, Bolivia, Paraguay y Brasil y el panorama era muy distinto”.
Tornielli cree que el Papa “vino para eso, sabiendo que acá hay dificultades y hay que tratar de cambiar las cosas”, aunque reconoce que eso no quiere decir que tras su visita todo va a cambiar. “Él no tiene la varita mágica, pero sabe que esta visita puede iniciar un proceso de transformación”, concluye.
Esta reducida participación puede ser expresión de la débil convocatoria de la actual jerarquía de la Iglesia chilena distanciada de su pueblo, ensimismada en temas internos y en preocupaciones que no interesan a la población y muchas veces desoyendo el clamor de sus propios fieles.
En la sacristía de la Catedral de Santiago, Francisco dijo a todos los obispos chilenos: “No al clericalismo y a mundos ideales que solo entran en nuestros esquemas pero que no tocan la vida de nadie”, señalando lo que podría ser un camino de conversión pastoral que devuelva a esta iglesia su vitalidad, profetismo y dinamismo.