Multitudinaria última celebración del papa Francisco en Perú, la que ha tenido lugar, hoy domingo 21 de enero, a las 16:15 h. (22:15 hora española), en la Base Aérea “Las Palmas” de Lima. Ha sido la última misa de esta larga visita apostólica –la número 22 fuera de Italia de este pontificado–, que comenzaba hace una semana en Chile.
En un tono bastante más contenido que otras celebraciones que hemos visto durante este viaje –sobre todo durante esta segunda etapa peruana–, la eucaristía ha transcurrido con normalidad, con un nuevo llamamiento del Papa a superar la cultura del descarte y comprometerse con la propia realidad para cambiarla desde el Evangelio.
Francisco comenzó su homilía asegurando que “el Señor viene a tu encuentro”, y eso, que en principio puede parecer algo bueno, se convierte en arma de doble filo al caer en la cuenta de que “nuestras ciudades, con las situaciones de dolor e injusticia que a diario se repiten, nos pueden generar la tentación de huir, de escondernos, de zafar”.
El Papa lamentó los “muchísimos ‘no ciudadanos’, ‘ciudadanos a medias’ o ‘sobrantes urbanos’ que están al borde de nuestros caminos”, y todavía peor, que muchos de ellos son niños y adolescentes, “el rostro del futuro”.
Esa tentación de huir “nos transforma en anónimos y sordos ante los demás, nos convierte en seres impersonales de corazón cauterizado y, con esta actitud, lastimamos el alma del pueblo”.
Frente a esto, el Papa habló de la actitud de Jesús, de cómo entró en el pequeño pueblo de Galilea para proclamar el Evangelio de Dios, “y, desde esos días, pasando por santa Rosa de Lima, santo Toribio, san Martín de Porres, san Juan Macías, san Francisco Solano, ha llegado hasta nosotros anunciado por esa nube de testigos que han creído en Él. Ha llegado hasta nosotros para comprometerse nuevamente como un renovado antídoto contra la globalización de la indiferencia. Porque ante ese Amor, no se puede permanecer indiferentes”.
Así pues, si la clave son los testigos comprometidos, Bergoglio ha pedido a los presentes –y escuchantes– que se conviertan en discípulos: “Jesús sigue caminando por nuestras calles, sigue al igual que ayer golpeando puertas, golpeando corazones para volver a encender la esperanza y los anhelos: que la degradación sea superada por la fraternidad, la injusticia vencida por la solidaridad y la violencia callada con las armas de la paz. Jesús sigue invitando y quiere ungirnos con su Espíritu para que también nosotros salgamos a ungir con esa unción, capaz de sanar la esperanza herida y renovar nuestra mirada”.
“El Reino de los cielos está entre ustedes —remataba la alocución papal–, está allí donde nos animemos a tener un poco de ternura y compasión, donde no tengamos miedo a generar espacios para que los ciegos vean, los paralíticos caminen, los leprosos sean purificados y los sordos oigan y así todos aquellos que dábamos por perdidos gocen de la Resurrección. Dios no se cansa ni se cansará de caminar para llegar a sus hijos. ¿Cómo encenderemos la esperanza si faltan profetas? ¿Cómo encararemos el futuro si nos falta unidad? ¿Cómo llegará Jesús a tantos rincones, si faltan audaces y valientes testigos?”.
Justo antes finalizar la celebración, y como es habitual, el obispo diocesano tomó la palabra para despedir al Papa. “Gracias. Has alumbrado nuestras vidas”, le ha dicho el arzobispo de Lima, cardenal Juan Luis Cipriani. “Queremos ser una Iglesia misionera, estar siempre en salida, para llevar a Jesús por nuestros pueblos. Nos has dado un ejemplo maravilloso”, le ha asegurado.
“Esta visita deja una huella en mi corazón”, le ha respondido, por su parte, Francisco, agradeciendo no solo a la cúpula episcopal y a las autoridades civiles, responsables de este viaje, sino también a las “hormiguitas” y personas anónimas que lo han hecho posible. “Me ha hecho bien encontrarme con ustedes”.
Y como mensaje final, la frase que ha sido lema de estos días: “No hay mejor manera de conservar la esperanza que permanecer unidos”.