Cronometrados. Así suelen ser los actos papales durante los viajes apostólicos. La agenda suele ser tan apretada que resulta imposible salirse del guión. Sin embargo, no fue así ayer durante el encuentro que el Papa mantuvo con los obispos peruanos. Tanto es así, que tras leer el discurso inicialmente previsto, Francisco invitó a los prelados a iniciar un diálogo que duró algo más de media hora hasta que se inició el rezo del Ángelus.
La primera de las preguntas se centró en la relevancia del Sínodo de la Amazonía de 2019, que dio sus primeros pasos con el encuentro que tuvo el Papa con los pueblos originarios de Perú el pasado viernes. “Yo quise que la cosa fuera así”, comentó el Obispo de Roma, que reconoció ante los obispos que fue en la Conferencia de Aparecida, ante la insistencia del clero brasileño, cuando comenzó a escuchar de la importancia de esta región.
“No entendía mucho porqué insistían tanto… Ocho años después llegó Laudato sí y empecé a comprender lo que era el mundo ecológico, las reservas que se viene abajo, la importancia de los pueblos…”, verbalizó Francisco, que explicó cómo hoy ha descubierto que “son pueblos que se ven avasallados”.
Sobre cómo puede la Iglesia ha de contribuir a esta tarea, aseguró que “no se trata de vestirnos con sus plumas, es meternos en la cultura del otro, tomar su cultura y llevar el Evangelio”. El mismo Francisco admitió que durante el encuentro en Puerto Maldonado, “me sentí emocionado, aunque es verdad que sentía algo de vergüenza y pudor al vestirme con lo que me dieron. Pero también era una manera de reconocer su riqueza”.
Con la mirada puesta en el Sínodo, puso sobre la mesa, el que según él ha de ser una de las cuestiones clave: el diaconado. “Es uno de los temas más serios que tenemos que tratar, pero como hay un Sínodo, el Papa no puede hablar ahora y son los obispos quienes tienen que tratar las propuestas”, señaló, si bien advirtió: “Por favor, sean audaces en la Amazonía”.
En esta línea, sugirió la necesidad de replantearse el actual itinerario de formación de cinco años para adaptarlo a la realidad concreta de la región: “Dadle la formación para que sepa predicar, pueda bautizar, tenga conductas de fidelidad. Ese curso puede ser reducido o planteado en distintas etapas. Pero encomiéndale la comunidad para que pueda bautizar a sus chicos, enterrar a sus muertos y se testigo de los matrimonios”.
En esta línea, expresó su preocupación de los jóvenes indígenas que marchan de la ciudad y se quedan “desenraizados de su cultura”. Así, instó a los obispos a trabajar en esta área para evitar que se conviertan en “carne de cañón para los comerciantes de vicios, se los chupa de la ciudad”. “Preservar esta cultura, es parte de la evangelización de su país”, les encargó a los obispos peruanos.
Preguntado por el arzobispo castrense sobre la situación de crisis que vive el país, Francisco admitió que “toda América Latina sufre una decadencia en materia política”. El Papa mostró su decepción ante la falta de impulso para crear una patria grande de América Latina y recordó la amenaza constante el “capitalismo liberal deshumanizado donde se endeuda a la gente”. Al paso, denunció el fenómeno de los paraísos fiscales, la masificación de las cárceles o la falta de garantías para una sanidad social: “Vamos dejando descartes por todos lados”.
“La política está muy enferma”, subrayó, a la vez que invitó a la Conferencia Episcopal a “no descuidar este mundo de la política”. Sobre todo, porque señala el Papa que “si caemos en manos de gente que solo viven para la corrupción, estamos fritos”.
Así, hizo un repaso por los últimos dirigentes del país: “¿Qué pasa en Perú que todos los presidentes acaban presos?” Este ejemplo le sirvió para denunciar de que “la política está muy en crisis por la corrupción. El juego político es muy difícil y a nosotros nos pone en un lugar difícil como políticos. La denuncia no es la única arma, sino también la persuasión”, explicó el Papa.
Sobre la pastoral castrense, el Papa reconoció que los militares “a menudo son los malos de la película porque en algún momento se pasaron de la raya”. Así, reivindicó “la vocación de servicio de todos los hombres y mujeres que trabajan a favor del orden público y por la paz” por lo que aplaudió de la misma manera a los capellanes castrenses que los acompañan.
Otro de los obispos interpeló al Papa sobre cómo el pastor debe compatibilizar su misión de atender desde el corazón a sus sacerdotes con las normas. “Si vamos a buscar los libros, nos vamos a perder”, respondió de inmediato. Y prosiguió: “Un papá y una mamá saben cómo conducir los conflictos de sus hijos. Por el olor ya sabe si empezó con la droga. Llora y sufre, pero no busca en un libro para ver qué se puede y qué no se puede hacer. Lo habla, lo escucha…”
“La respuesta es paternidad. Y esta paternidad, o se tiene o no se tiene. Todos tenemos por el sacramento del orden la gracia de la paternidad. Si alguno de nosotros no la ejercita, se olvidó o busca otra manera de conectarse con sus curas, ya perdió la batalla. La paternidad no es manganchismo”, defendió Francisco. Además, les alertó de que “sin paternidad, los presbiterios se caen. Los sacerdotes entonces se apartan del obispo, se apartan entre ellos. Quizá nos hace bien examinarnos de vez en cuando de nuestra paternidad. El primer rastro de la paternidad es la cercanía. Ningún cura va a aceptarnos si no nos siente padre”
También admitió que en ocasiones hay que tomar medidas disciplinarias. Aun así, Francisco advirtió: “Nunca tomen una decisión irreversible con un sacerdote, sin un proceso que lo garantice. Porque el padre también tiene que ser justo. De padre hombre y a hijo hombre”.