A Francisco le ha fascinado Trujillo y el escenario que le habían preparado para celebrar la Eucaristía: la explanada de Huanchaco con el intenso azul del Océano Pacífico de fondo. El altar había sido adornado con aperos marineros y los famosos “caballitos de totora” las canoas utilizados por los pescadores del lugar.
Este idílico paisaje, sin embargo, sufrió en la primavera del 2017 el paso devastador del “Niño costero”, un temporal que se llevó por delante 145 vidas y destruyó 25.000 viviendas y 420 puentes; más de un millón de personas sufrieron ese azote de la naturaleza.
En su homilía el Papa quiso establecer un parangón entre las tareas de los apóstoles y esa “Así como ellos- dijo a una multitud estimada en más de medio millón de fieles- enfrentaron la tempestad sobre el mar, a ustedes les tocó enfrentar el duro golpe del “niño costero” cuyas consecuencias dolorosas todavía están presentes en tantas familias, especialmente aquellas que todavía no pudieron reconstruir sus hogares”. Esta fue su conclusión: “El alma de una comunidad se mide en cómo logra unirse para enfrentar los momentos difíciles, de adversidad para mantener viva la esperanza”.
Esta misa y la posterior celebración en honor de la Virgen de la Puerta ha sido la más imponente demostración de la religiosidad popular del pueblo peruano; baste recordar que nada menos que cuarenta venerados crucifijos, estatuas marianas y de diversos santos habían sido trasladadas hasta Trujillo acompañadas por sus cofradías y numerosísimos devotos.
Horas antes había exhortado a los sacerdotes, religiosos y seminaristas a que respetasen y cuidasen esa inestimable riqueza. Les pidió que fuesen “memoriosos”. “Ni la fe ni la Iglesia comienzan – les recordó- con el nacimiento de ninguno de nosotros; la memoria mira al pasado para encontrar la savia que ha irrigado durante siglos el corazón de los discípulos y así reconoce el paso de Dios por la vida de su pueblo”.
Téngase en cuenta que este discurso estaba potencialmente dirigido a los más de tres mil trescientos sacerdotes, cinco mil religiosas y mil quinientos seminaristas mayores, a los que hay que sumar cincuenta mil catequistas. Unas fuerzas vivas muy respetables numéricamente y, en su mayoría muy activos y cercanos a su pueblo. No creo que pueda decirse lo mismo, por desgracia, de los setenta obispos.
La última jornada será el calderón de esta fructuosa estancia de Bergoglio en Perú. El acto final, mañana domingo, será una misa en la base aérea de las Palmas en Lima. Las previsiones hablan de un millón y medio de fieles. Una Eucaristía en la que tronará la estatua del Señor de los Milagros, patrón de la nación, al que está vinculada la devoción secular de la comunidad nacional.