Con la apertura de una nueva comunidad en Tabatinga, en la triple frontera entre Brasil, Colombia y Perú, los Hermanos de las Escuelas Cristianas (lasallistas) afianzan su compromiso con ‘una Iglesia con rostro amazónico’, acogiendo el reiterativo llamado del papa Francisco a la vida consagrada a ‘salir’ a las fronteras geográficas y existenciales.
La iniciativa, liderada por la Región Latinoamericana Lasallista (RELAL), cuenta con el apoyo de tres provincias: los Distritos Norandino, Bogotá y Brasil-Chile, de donde provienen los cuatro hermanos ‘fundadores’ de esta nueva obra eclesial: Cláudio Pereira, de Brasil, Jhonmar Sánchez, de Venezuela, y los colombianos Carlos Caicedo y Manuel Celis, cuyas edades oscilan entre los 29 y 33 años.
El proyecto comenzó a fraguarse en 2014, cuando el 45º Capítulo General de los lasallistas –celebrado en Roma– propuso que para los próximos siete años cada Región, a nivel mundial, creara nuevas obras que respondieran al imperativo de ‘una Iglesia en salida’.
En América Latina, la Comunidad La Salle Tabatinga concretó esta solicitud al abrir sus puertas y constituirse canónicamente el pasado 12 de enero. En la eucaristía inaugural, los cuatro hermanos ‘fundadores’ estuvieron acompañados por el Consejero General para la RELAL, Paulo Petry, y tres visitadores provinciales: Carlos Gómez (del Distrito de Bogotá), José Bianor Gallego (del Distrito Norandino) y Edgar Nícodem (del Distrito de Brasil-Chile). También participaron algunos laicos y religiosos maristas, capuchinos, ursulinas y franciscanas.
El hermano Jhonmar, contactado por Vida Nueva, comparte que “a la comunidad se le ha pedido que inicie un proceso de escucha y discernimiento para conocer la realidad que se vive en esta zona Amazónica”. La inserción en las dinámicas de la diócesis brasileña de Alto Solimões, a la que pertenece, el trabajo conjunto con otras congregaciones religiosas de la triple frontera, la vinculación a los procesos que lidera la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) y el aprendizaje de la lengua portuguesa, marcarán esta primera etapa de ‘salir’ al encuentro de las comunidades indígenas y ribereñas de la región.
“Esperamos que más adelante podamos establecer proyectos concretos e involucrarnos en una misión específica”, explica Jhonmar, agregando que “nuestro carisma es evangelizar a través de la educación, pero estamos abiertos a desarrollar cualquier servicio que el Señor nos pida en el camino”.
Por lo pronto, los hermanos vivirán en la Casa del Migrante, que pertenece a la diócesis, mientras que van adentrándose en la realidad y, al mismo tiempo, configurando su proyecto al servicio de la Iglesia de la Amazonía y, sobre todo, de sus pueblos originarios. Entonces decidirán cuál ha de ser el mejor lugar para establecer su comunidad y qué misión, en concreto, asumirán. No obstante, estar allí ya hace parte de todo un camino de discernimiento personal y comunitario.
¿Qué los inspira? “Sentirnos enviados a servir en un lugar desafiante y apasionante, enfrentarnos a una realidad que no pertenece a nuestras comodidades o costumbres”, dice Jhonmar. Y continúa: “nos inspira la metáfora de ir a la periferia o a la frontera, y estar con los humildes; nos inspira el reto que lanza el Instituto de los Hermanos ante algo que es novedoso y así darle sentido a nuestras vidas; nos inspira, finalmente, la Amazonía: por ser multicultural e intercongregacional, pues la vida se valora más desde lo diverso”.
Son muchos los desafíos que les espera a los hermanos lasallistas. Varios de ellos los ha mencionado Francisco en su visita a Puerto Maldonado, en la antesala del Sínodo panamazónico de 2019.