Evangelio y homilía. El papa Francisco ha continuado en este sentido con su ciclo de catequesis sobre la misa en la audiencia general de hoy, 7 de febrero, en el aula Pablo VI. Es por tanto la segunda parte de la Liturgia de la Palabra “donde alcanza su apogeo el diálogo entre Dios y su pueblo”, ya que “el Evangelio es la luz para comprender el significado de los textos bíblicos que lo preceden” sean del Antiguo o del Nuevo Testamento.
El hecho de que el Evangelio sea tan importante es lo que hace que su lectura esté reservada a un ministro ordenado, además de ser precedido por una señal de la cruz en la frente, la boca y el pecho. Además, “las velas y el incienso honran a Cristo, quien mediante la lectura hace resonar su Palabra”. Francisco ha explicado también que es un diálogo directo con Él, como demuestran las aclamaciones del pueblo “Gloria a Ti Señor” y “Gloria a Ti Señor Jesús”. Finalmente, para escuchar el Evangelio nos ponemos de pie en señal de respeto, ya que es Cristo quien habla, y su Palabra “está viva y llega a mi corazón. Es por eso que escuchar el Evangelio con un corazón abierto es tan importante”.
Esta parte de la Misa es la reanudación de este diálogo. La Palabra está viva, pero debe llegar al corazón y traducirse en obras. “La palabra del Señor termina su viaje al hacerse carne en nosotros, traduciéndose en obras, como sucedió en María y en los santos. Recuerda lo que dije la última vez, la Palabra del Señor viene de los oídos, llega al corazón y va a las manos“. Y la homilía ayuda a culminar este proceso.
“Aquellos que tienen la homilía deben realizar bien su ministerio (…) ofreciendo un verdadero servicio a todos los que participan en la Misa, pero también aquellos que lo escuchan deben hacer su parte”. Y esto consiste en abrir el corazón y escuchar, despojarse de los posibles prejuicios, sabiendo que cada predicador puede tener sus defectos.
Por otro lado ha hecho un encargo a los ministros, recordando que quien hace la homilía “no está haciendo algo propio, está predicando la Palabra de Jesús. ¡Y la homilía debe estar bien preparada, debe ser corta, corta!”. Ha insistido Francisco. Y ha dado la clave para prepararla como debe ser “Con oración, con el estudio de la Palabra de Dios y haciendo un resumen claro y breve, no debe ir más allá de 10 minutos, por favor“.
Finalmente, tras saludar a los distintos grupos presentes y agradecer la actuación del dos circos (a los que, como siempre, ha dicho que su arte nos acerca a Dios mediante la belleza), ha querido detenerse en dos asuntos.
En primer lugar, ha recordado que mañana, 8 de febrero, es el Día Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata, por lo que ha pedido que “todos oremos para que Dios convierta el corazón de los traficantes de personas”.
Por otro lado, ha expresado su alegría por la apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno el viernes, en los que las dos Coreas competirán bajo una misma bandera. “Este hecho da esperanza para un mundo en el que los conflictos se puedan resolver pacíficamente a través del diálogo y el respeto mutuo, como también lo enseña el deporte”.