El Papa se ha reunido esta mañana, 9 de febrero, un día después de la jornada de Oración y Reflexión contra la trata, con el Grupo Santa Marta, una iniciativa del propio Francisco y las fuerzas de seguridad de varios Estados que tiene como objetivo poner fin a la trata de seres humanos y la esclavitud.
En el acto han estado presentes los cardenales Charles Bo y John Olorunfemi Onaiyekan; Cressida Dick, comisario de la Policía de Londres; Néstor Roncaglia, comisario general de la Policía Federal de Argentina; y Jean Baderschneider, miembro del Fondo Mundial para poner fin a la esclavitud moderna.
El Pontífice les ha agradecido en primer lugar su trabajo, que es vital para acabar con lo que ha llamado “este flagelo moderno, que sigue causando indecibles sufrimientos humanos”. También ha lamentado que la esclavitud y la trata estén mucho más extendidas de lo que normalmente se piensa, estando presentes “incluso, para nuestra vergüenza y escándalo, dentro de nuestras sociedades más prósperas”.
No mirar a otro lado
Respecto a esto ha reflexionado acerca del pasaje del Génesis en que Dios pregunta a Caín dónde está su hermano, a raíz del cual ha advertido contra “las diversas formas de complicidad con las que la sociedad tolera y alienta estas prácticas“, refiriéndose particularmente a la explotación sexual de mujeres, hombres e incluso niños.
Por ello ha recomendado encarecidamente que los responsables de desmantelar estas redes criminales se ocupen también de los campos relacionados con ellas, especialmente el uso responsable de las tecnologías y los medios de comunicación, cuyo uso indebido puede llegar a fomentar esta lacra de la sociedad. También ha hecho especial hincapié, como es costumbre en él, en el estudio de “las implicaciones éticas de los modelos económicos que dan prioridad a los beneficios por delante de las personas”.
Apoyo y reinserción
Francisco ha pedido además que aquellos que persiguen estas prácticas no se olviden de que la liberación de las víctimas pasa también por ayudarlas en el camino de la reinserción en la sociedad y la autonomía. No basta con sacarlas del horrible mundo en que viven, después hay que apoyarlas para que puedan llevar una vida normal que “restablezca la dignidad humana”.
Finalmente, ha agradecido en nombre de toda la Iglesia a todos los que se dedican a “llevar el bálsamo de la misericordia divina a los que sufren” porque es un paso esencial para la “rehabilitación y renovación de la sociedad en su conjunto”.