17 horas fueron necesarias para que la uruguaya Ximena Méndez, de 42 años, llegara a Goiânia, la capital del estado de Goiás, en Brasil, procedente de Montevideo y haciendo escala en São Paulo. Desde ahí, viajó 20 horas en bus hasta São Félix do Araguaia, al norte de Mato Grosso, a donde llegó en la noche del 14 de febrero, Miércoles de Ceniza.
Vida, testimonio y coherencia
“Lo que más me motiva a ir a celebrar los 90 años de don Pedro Casaldáliga, es honrar su vida, su testimonio, su coherencia, su opción por los pobres y sus derechos, sobre todo los de los indígenas, en estas tierras donde hasta hoy vive y comparte su vida”, había contado Ximena a Vida Nueva, antes de emprender su viaje.
De este modo, la semana del carnaval –que precede al tiempo de Cuaresma– se tornó, para ella, en una experiencia de peregrinación a las selvas brasileñas para celebrar el 16 de febrero, con muchos otros amigos de caminhada del obispo emérito español –ahora nonagenario–, su vida, su mística liberadora –plasmada en su obra poética– y su compromiso profético.
La mayoría de quienes ya se encuentran en São Félix do Araguaia, para acompañar a don Pedro en la eucaristía de acción de gracias por su vida fecunda, han compartido y conocido de cerca su compromiso, su entrega en las fronteras geográficas y existenciales de la Amazonía brasileña.
En el caso de Ximena no es así: “me lo transmitieron otras y otros”, dice. Y, sin embargo –añade–, “me he sentido llamada a estar aquí, bendecida por esta oportunidad. Como mujer, desde la pequeñez de mi vida, me siento unida a tantos y tantas que soñamos y construimos una sociedad más justa y fraterna”.
El encuentro
Por fin llegó el momento de ir a su casa, recorrer cada rincón y, finalmente, entrar en contacto con él. Cuando se aproximó, le estaban dando de comer, “se veía su fragilidad”, dice. “Casi no escucha, habla y ve poco. Apoyé mi mano sobre la suya y él, con mucho esfuerzo, me la apretó”.
También le entregó una carta enviada por Amerindia –una red de teólogos latinoamericanos– al que pertenece, que expresaba una “profunda gratitud por todos sus años de entrega solidaria, creativa y profética a las comunidades más pobres, a los hermanos y hermanas más perseguidos y a la madre tierra”.
Cuando se prepara para la eucaristía de acción de gracias por los 90 años de don Pedro, confiesa que está viviendo “una experiencia que aún no logro descifrar”.