Ya lo había manifestado a sus círculos más cercanos desde hace tiempo. Francisco se sentía llamado a elevar a los altares al Papa responsable de rematar el Concilio Vaticano II y hacerlo aterrizar en lo concreto.
Es más, quienes se han adentrado en el ser y hacer de Jorge Mario Bergoglio siempre han visto en él una identificación mayor con Giovanni Battista Montini que con el resto de sus predecesores, a pesar de que en un primer momento no fueron pocos quienes asemejaron el perfil de Bergoglio al de Juan XXIII.
Es más, en aquella profética intervención en las congregaciones generales antes del cónclave en el que fue elegido, la única cita que incluyó el entonces arzobispo de Buenos Aires fueron unas palabras de Pablo VI que instaban a la Iglesia a recuperar “la dulce y confortadora alegría de evangelizar”.
El gran timonel
De hecho, fue el Papa argentino quien lo proclamó beato en octubre de 2014, definiéndolo en su homilía como “cristiano comprometido y apóstol incansable”, pero sobre todo como “gran timonel” del Vaticano II.
A comienzos de este mes la Congregación para las Causas de los Santos aprobaba por unanimidad el reconocimiento de un milagro atribuido a Pablo VI: la curación de un bebé en el vientre materno, después de que su madre viajara a la localidad natal del nuevo santo para rezar por su hijo.
El anuncio de esta noticia llevó a pensar que el anuncio por parte del Papa estaba cerca. Es más, la posibilidad de que la canonización tenga lugar el próximo mes de octubre, en el marco del Sínodo de los jóvenes, cobra más fuerza.
Causa abierta
Sin embargo, fue el pasado viernes, 16 de febrero, cuando Francisco sorprendió con una nueva pista, durante el encuentro que mantuvo con párrocos de Roma. Unas palabras que se han conocido hace unas horas: “Hay dos obispos de Roma (recientes) ya santos (Juan XXIII y Juan Pablo II). Pablo VI será santo este año. Uno está con la causa de beatificación en curso, Juan Pablo I; su causa está abierta”, expresó Jorge Mario Bergoglio.
A renglón seguido, bromeó con los asistentes, arrancando risas en más de un sacerdote, con el siguiente mensaje: “Y Benedicto y yo, estamos en lista de espera: recen por nosotros”.
