La misionera española que encuentra agua en el desierto de Kenia

  • La agustina recoleta valenciana María José Vila descubre un pozo que abastecerá a varias poblaciones
  • “Al ver salir agua, las monjas lloramos de alegría”, afirma la religiosa tras doce años de búsqueda

La hermana María José Vila encuentra agua en Kenia

María José Vila, natural de la localidad valenciana de Guadasuar, es la superiora del convento de clausura que las Agustinas Recoletas tienen en la Diócesis de Machakos-Makueni, en Kenia. Allí, zona desértica del continente africano, esta hermana, convertida en zaorí, ha encontrado agua para el convento y las poblaciones vecinas.

La historia tenía un comienzo prometedor, según cuenta la hermana María José, el convento “fue construido en una zona muy seca donde nos dijeron que encontraríamos agua”. Así se pusieron a buscar, pues el agua era indispensable para el crecimiento de la zona. El problema fue que la búsqueda no ofreció los resultados esperados, por eso, “tras ocho excavaciones en busca de pozos dejamos de intentarlo”, concluye la superiora.

La respuesta no fue cruzarse de brazos, “construimos un aljibe –continúa la agustina– en un río a más de dos kilómetros para traer agua y tuvimos que hacer canalización con tuberías subterráneas”, esto fue una solución temporal pues “se rompían las tuberías y el agua llegaba muy sucia, incluso con el purificador”.

Búsqueda incansable

Con la desesperación que supone no poder ofrecer solución a las necesidades de tanta gente se hizo un último intento en búsqueda del pozo: “Volvimos a perforar en busca de agua, contra toda esperanza, pero seguíamos confiando en Dios y al final lo hemos conseguido”, afirma la superiora. La alegría en el convento fue inmediata, después de once años de intentos: “Estábamos todas las hermanas sentadas alrededor de la excavación, nerviosas porque era nuestra última oportunidad, y cuando vimos el agua abundante lloramos de alegría”.

Pero el hecho de encontrar agua no marca la meta, sino el principio de nuevas actividades, “tuvimos que completar la instalación con bomba, tuberías y tanques, algo en lo que hemos invertido todos nuestros fondos”, afirma la monja valenciana. Pero esto no deja de ser una alegría porque el agua “nos ha cambiado la vida, hemos conseguidos nuestra la primera cosecha de verduras en la huerta y los alrededores del convento están completamente verdes”, según Vila, que ha añadido que “podemos compartirla con el poblado porque somos conscientes de que el agua es un derecho que no se puede negar a nadie y menos aún en una zona desértica como esta”.

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