“Cada vez son más venezolanos: familias enteras, jóvenes, menores, mujeres embarazadas”. Es la alerta del obispo de Cúcuta (Colombia), Víctor Manuel Ochoa Cadavid. La ciudad de la que es pastor hace frontera con Venezuela y la amplía frontera –2.200 kilómetros de largo– es la forma elegida mayoritariamente por el pueblo para huir de Maduro, según indica la agencia italiana SIR.
El éxodo va en aumento y es complicado tener cifras fiables. No obstante, el prelado indica que, “hasta hace unos meses, de las 37.000 a 40.000 personas que cruzaban la frontera en un fin de semana, 5.000 o 6.000 se quedaban”. Pero la situación se ha deteriorado en la tierra de Simón Bolivar y “en las últimas dos semanas han pasado entre 90.000 y 100.000”, sostiene. Y añade: “Hay quienes estiman que actualmente hay 600.000 venezolanos en Colombia, otros hablan de 800.000”.
Así, el aumento en las llegadas en 2017 se duplicó en comparación con el año anterior. “Las personas que llegan tienen hambre, enfermedades, hay personas agotadas y desnutridas, a muchos no les queda nada. Como Iglesia local, nos esforzamos por acercarnos a estos hermanos, darles la bienvenida, ayudarlos y acompañarlos”, explica Ochoa. En siete meses, han distribuido 330 mil comidas. “Todos los días servimos al menos 8.000 comidas calientes, a través de comedores ubicados en ocho parroquias diferentes”, explica. Pese a la ayuda, “muchos duermen en la calle”, lamenta el prelado.
El 26 de febrero es el día elegido por la Conferencia Episcopal de Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés) para exhortar a los senadores a proteger a los dreamers –soñadores– (inmigrantes que entraron al país siendo menores). El Día Nacional para Proteger a los Dreamers es una iniciativa puesta en marcha por los prelados después de que el Senado no lograra alcanzar los 60 votos para avanzar en la legislación de protección de este colectivo, según indica CRUX.
“Estamos profundamente decepcionados con que el Senado no haya podido unirse de forma bipartidista para asegurar la protección legislativa para los dreamers”, escribieron los obispos en un comunicado conjunto. Con el vencimiento del plazo del 5 de marzo, “volvemos a pedir que demuestren el liderazgo necesario para encontrar una solución justa y humana para estos jóvenes, que diariamente enfrentan una creciente ansiedad e incertidumbre”, reclaman.
En septiembre, el presidente Donald Trump anunció que pondría fin al DACA, el programa que protege de la deportación a los dreamers, si el Congreso no lograba encontrar una solución permanente antes del 5 de marzo. Esta medida podría dejar a un total de 800.000 personas ilegales en el país. Por eso, los obispos piden protección contra la deportación, un camino hacia la ciudadanía y “evitar cualquier daño a las protecciones existentes para familias y menores no acompañados”.
El viernes 23 de febrero, los católicos de todo el mundo rezarán por la paz en Sudán del Sur y en la República Democrática del Congo por petición expresa de Francisco. Una noticia que ha sido celebrada en estos países. “Estamos humildemente agradecidos a nuestro amado Papa, quien nos invita a unirnos en oración y ayunar por la paz en nuestra tierra martirizada y por todas las naciones en dificultad”, dijo el pasado 18 de febrero Barani Eduardo Hiiboro Kussala, presidente de la Conferencia Episcopal de Sudán.
“Nuestro país necesita una unión que nos lleve a la sanación a través del arrepentimiento auténtico. La unidad no significa una sociedad libre de conflictos, sino más bien una sociedad en la que todas las personas puedan disfrutar de la libertad y experimentar el amor y la compasión”, sostuvo el prelado. Por eso, señaló que “es el momento de examinarnos a nosotros mismos y nuestra fe como hijos de Dios”, tal y como recoge Fides.
Kussala comentó que “en tiempos oscuros como estos, las respuestas no son fáciles, pero podemos consolarnos sabiendo que incluso el punto más oscuro puede ser iluminado por una sola luz, e incluso la desesperación más terrible puede ser iluminada por un rayo de esperanza”. Y añadió: “El perdón requiere práctica, honestidad, apertura y la voluntad de intentarlo. No es fácil. La única forma de experimentar la curación y la paz es perdonar. Hasta que no seamos capaces de perdonar, permaneceremos encerrados en nuestro dolor y privados de la posibilidad de experimentar sanación y libertad, excluidos de la posibilidad de estar en paz”.