El papa Francisco no tiene respuestas para todas las preguntas. Lo reconoció en la audiencia que mantuvo el pasado 4 de enero con un grupo de jóvenes huérfanos rumanos ayudados por FDP Protagonistas en la educación, una ONG comprometida con la ayuda a las personas en riesgo de exclusión social y ligada al carisma de Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación. “La palabra que más utilizáis en vuestras preguntas es ‘¿por qué?’ Hay muchos ‘¿por qué?’ A algunos puedo dar una respuesta. A otros no. Solo Dios puede hacerlo. En la vida hay muchos ‘¿por qué?’ a los que no podemos responder. Solo podemos mirar, sentir, sufrir y llorar”, comentó el Pontífice al principio del encuentro, cuyo contenido se dio a conocer ayer, 19 de febrero.
Una de las seis preguntas que los huérfanos plantearon hizo llorar al Papa. Era de un joven al que su madre abandonó cuando tenía dos meses de vida y que, a los 21 años, la buscó y consiguió encontrarla. “Estuve dos semanas con ella pero no se comportaba bien conmigo, así que me fui. Mi padre está muerto. ¿Qué culpa tengo yo si ella no me quiere? ¿Por qué no me acepta?”, le inquirió a Francisco, que le contestó: “Quiero ser sincero contigo. Cuando he leído tu pregunta he llorado”.
Luego le dejó claro que su situación no se debe a ninguna “culpa”, sino a la “gran fragilidad de los adultos, debido en vuestro caso a tanta miseria, a tantas injusticias sociales que oprimen a los pequeños y a los pobres, y también a la pobreza espiritual”. Esta hace que los corazones “endurezcan” provocando así situaciones que parecerían “imposibles”, como que “una madre abandone a su propio hijo”.
Jorge Mario Bergoglio insistió en esta cuestión ante otra pregunta acerca de los padres que rechazan a los niños enfermos o con problemas. “Hay adultos débiles, que no tienen la fuerza suficiente para soportar la fragilidad. Si yo tengo una piedra grande, no puedo apoyarla sobre una caja de cartón, porque la piedra chafa el cartón. Hay padres que son frágiles, no tengáis miedo de decir y de pensar esto”.
Otro de los temas tratados por Francisco durante la audiencia con los huérfanos rumanos fue la necesidad de acudir a la Iglesia pese a los pecados que los fieles pueden considerar que han cometido. Allí se encontrarán con Jesús que “poco a poco transforma nuestro corazón con su misericordia, y transforma también nuestra vida. No permanecemos siempre iguales, sino que venimos trabajados. Dios nos trabaja el corazón”.