Asia

La centenaria Elvira Escudero, la misionera española más anciana

  • Esta religiosa vasca de las Mercedarias Misioneras de Berriz lleva ya 70 años en Japón
  • Ha trabajado en la enseñanza, en la catequesis, en la cárcel y ahora da clases de apoyo de español y teje ropa para personas sin hogar





Elvira Escudero, que acaba de cumplir 101 años, es la misionera española más anciana de los alrededor de 13.000 compatriotas repartidos por todo el mundo al servicio de los últimos. La suya sí que es “toda una vida de encarnación”. Religiosa de las Mercedarias Misioneras de Berriz, se fue de su tierra vasca con 31 años a Japón… y ya lleva allí siete décadas. Trabaja a su ritmo junto a otras 90 hermanas de la congregación, repartidas en 12 comunidades de Tokio, Chigasaki, Hiroshima y Hagi.

Obras Misionales Pontificias (OMP) comparte hoy su testimonio a modo de homenaje: “Vine a Japón a los 31 años. Visitando a detenidos en la cárcel, fui feliz. Ahora estoy en silla de ruedas porque tuve varias fracturas; tal vez, soy ahora más feliz, porque tengo más tiempo para pedir al Padre por todo y por todos”.

“Agradezco –prosigue– la ayuda de las personas que me rodean, pero sobre todo la de Jesús y la de Nuestra Madre, que están siempre a mi lado haciendo todo lo que les pido porque yo no puedo”.

El país nipón que la religiosa conoció fue una nación devastada tres años antes por la II Guerra Mundial, en la que Japón participó activamente como parte del Eje fascista y en la que sufrió un altísimo coste humano y material, dos bombas atómicas incluidas.

En medio de toda esa desolación, ella se entregó en cuerpo y alma a la educación y a la catequesis, en todo tipo de centros educativos que su congregación sostenía en Japón. Cuando empezaron a fallar las fuerzas y tuvo que dejar la enseñanza, “empecé a visitar a los detenidos en la cárcel. Y también fui feliz, sobre todo cuando un preso chino pudo recibir el bautismo”. También ofrece clases de apoyo de español y teje ropa para personas sin hogar y en situación de exclusión severa.

La esencia de toda vocación

Echando la vista atrás, tiene claro cuál es la esencia de toda vocación: “Jesucristo. Y acabada esta palabra, ya no sé qué decir, pues quisiera que este Jesucristo sea para nosotras todas las palabras, encierre todos los sentidos, abarque todos los programas, sintetice todos los amores, alumbre todas nuestras rutas, guíe todos nuestros pasos, compendie todas las aspiraciones y sea el principio, medio y fin de nuestra vida entera”.

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