“La realidad de la desestructuración familiar existe y no podemos dejar a ninguna familia tirada en la cuneta”. Con estas palabras del cardenal Ricardo Blázquez dio comienzo el XXXVII Encuentro de Obispos, Vicarios y Arciprestes de Castilla celebrado en Villagarcía de Campos y que se desarrolló entre el pasado domingo y ayer, 21 de febrero. Tras este saludo los distintos asistentes enfocaron sus disertaciones, debates y oraciones a lo largo del encuentro en el acompañamiento familiar y sus distintas vertientes.
Fernando Vidal, colaborador de esta revista, analizó el martes los desafíos de la familia en la sociedad actual, que está claramente marcada por el individualismo. En este sentido apuntó que hoy en día “nos empujan a creer que no hay una naturaleza familiar en el hombre, y sí que la hay, pero tenemos el reto de repensarla para poder dialogarla con las diferentes realidades sociales”. Además, aseguró que la realidad cotidiana de la vida familiar contradice continuamente a la idea de familia que la sociedad nos vende, demostrando que la familia es algo mucho más completo y pleno de lo que se piensa hoy en día.
Destaca asimismo la intervención del obispo de Calahorra y la Calzada-Logroño, Carlos Escribano, quien explicó la necesidad de “personalizar” el acompañamiento familiar y explorar las distintas labores que este acompañamiento requiere. Así, habló del acompañamiento en el discernimiento vocacional o en situaciones de fragilidad, del que defendió que “no es lo mismo tirar de ti que ponerme a tu lado e intentar superar la dificultades a las que te enfrentas para alcanzar esa vida plena. Hace falta gente preparada para hacerlo”. Por ello en el Encuentro se insistió también en la importancia de la formación de sacerdotes y laicos en cuanto a tareas de acompañamiento.
Sin embargo este reconocimiento de la fragilidad del matrimonio y la familia no implica que no se hablara también de nuevas formas de promoción de la belleza del don matrimonial, que como sacramento sigue siendo innegable. Para ello se contó con la presencia de una pareja con 26 años de matrimonio a sus espaldas y seis hijos en común, que compartieron su experiencia en la vida compartida y el matrimonio como don de Dios.