El papa Francisco ha vuelto a hacer un llamamiento a la comunidad internacional frente a la “amada y atormentada Siria, donde la guerra ha vuelto a explotar, especialmente en el Ghouta oriental”. El pontífice, al concluir la oración mariana, ha señalado que “este mes de febrero ha sido uno de los más violentos en los siete años del conflicto”. Se ha referido a los “cientos, miles de víctimas civiles, niños, mujeres, ancianos; los hospitales han sido golpeados; la gente no puede conseguir comida… Todo esto es inhumano”, clamó. “Uno no puede luchar contra el mal con otro mal. Por lo tanto, hago un sincero llamamiento para el cese inmediato de la violencia y el acceso a la ayuda humanitaria (alimentos y medicinas) y para que los heridos y los enfermos sean evacuados”. Bergoglio invitó a todos a orar en silencio y con el Ave María.
Bergoglio también ha tenido un recuerdo especial por un grupo de files que se han hecho presentes en la plaza con motivo del “Día de las enfermedades raras”. A las asociaciones que están comprometidas con esta causa le ha deseado lo mejor.
La pasión, un don de amor
Al comentar la escena del evangelio del día, la transfiguración de Jesús, el Papa se ha referido a ella como “una aparición temprana de Pascua” para confirmar las inquietudes de los discípulos que observaban que Jesús era rechazado por las autoridades del pueblo por no ser el Mesías poderoso que el pueblo esperaba.
Junto a Pedro, Santiago y Juan, Jesús “muestra su gloria, la gloria del Hijo de Dios”. “Este evento de la transfiguración permite a los discípulos afrontar la pasión de Jesús de una manera positiva, sin sentirse abrumados”, comentó el Papa. Para Francisco, “la transfiguración ayuda a los discípulos, y también a nosotros, a darse cuenta de que la pasión de Cristo es un misterio de sufrimiento, pero es ante todo un don de amor infinito de Jesús”.
La relación de la transfiguración con la Pascua es la clave de lectura del texto para el Papa, quien señaló que para comprender el misterio de la resurrección “es necesario saber de antemano que quien sufre y quien es glorificado no es solo un hombre, sino el Hijo de Dios, que con su fiel amor hasta la muerte nos ha salvado”.
Francisco ha destacado, además, el fuerte simbolismo bíblico de la montaña como “lugar emblemático donde Dios se muestra al hombre”, por ello invitó “especialmente durante la Cuaresma, a subir con Jesús a la montaña y pararse allí con Él, a estar más atento a la voz de Dios y dejarse envolver y transformar por el Espíritu” mediante la oración y la contemplación como preparación a afrontar el camino de la cruz.