Acabada la semana de ejercicios espirituales, el papa Francisco recupera su agenda normal y, como es tradicional, celebró esta mañana de 28 de febrero la habitual audiencia general de los miércoles en el Aula Pablo VI del Vaticano. Aprovechó que en el encuentro había un grupo de fieles provenientes de Siria y de otros lugares de Oriente Medio para lanzar un nuevo llamamiento sobre las amenazas que sufren los seguidores de Jesucristo en esa región. “Recemos por esta tierra martirizada donde los cristianos son perseguidos y obligados a dejar su tierra”, pidió al final de la audiencia general improvisando respecto al discurso que tenía preparado.
El pasado domingo también citó la situación de Oriente Medio tras dirigir el rezo del Ángelus desde el balcón de su estudio en el Palacio Apostólico del Vaticano, cuando dijo que febrero estaba siendo “uno de los meses más violentos en siete años de conflicto” en Siria, con miles de víctimas civiles, entre ellos numerosos niños, mujeres y ancianos. “La gente no tiene nada que comer”, lamentó al hablar de la situación que se vive en Guta Oriental, una región situada a pocos kilómetros de Damasco en la que el Ejército de Bashar Al Assad ha lanzado una brutal ofensiva para acabar con uno de los últimos bastiones de la oposición al régimen.
Francisco dedicó la catequesis de hoy a la liturgia eucarística de la misa. En esta celebración, “el sacerdote representa a Cristo y cumple con lo que el propio Señor hizo y confió a sus discípulos en la Última Cena”, comentó Jorge Mario Bergoglio, recordando a continuación que con la oración eucarística se da gracias a Dios por la obra de la redención y las ofrendas de pan y vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Aunque puede parecer poca cosa lo que se ofrece, también es poco lo que “Cristo necesita para transformarlo en el don eucarístico, capaz de alimentar a todos y de hermanar a todos en su Cuerpo que es la Iglesia”.