Ante una amenaza de lluvia que finalmente no se ha cumplido, la audiencia general de este miércoles 7 de marzo ha tenido lugar en el aula Pablo VI. En ella, el Papa ha seguido avanzando en sus catequesis sobre la Misa, siendo hoy el turno de la plegaria eucarística, el momento central de la celebración. Su objetivo es “que todos los fieles se unan a Cristo para ofrecer su sacrificio”, ya que, como ha recordado Francisco citando el Catecismo: “El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son un único sacrificio”.
Se inicia cuando el sacerdote invita a los fieles a elevar el corazón hacia Dios y le agradece en su nombre los dones de Dios y que Cristo fuera enviado a la tierra. Esta acción de gracias se completa cantando el ‘Santo’ “uniéndose todos los fieles al canto de los ángeles y santos en el cielo para alabar y glorificar a Dios”. Tras esta parte –llamada prefacio– llega lo que se conoce como ‘epíclesis’, que consiste en la invocación del Espíritu Santo por parte del sacerdote para que con su poder consagre el Pan y el Vino. Es entonces cuando se asiste a la parte central de la vida católica, la Consagración. Como ha recordado el Pontífice, en ese momento “la acción del Espíritu Santo y la eficacia de las mismas palabras que usó Cristo pronunciadas por el sacerdote, hacen realmente presente bajo las especies del pan y del vino el Cuerpo y Sangre de Jesús“.
Celebrando pues la Muerte y Resurrección de Jesús, la Misa continúa pidiendo a Dios Padre convertirse “con Cristo en un solo Cuerpo y un solo Espíritu”. Y este, ha explicado el Papa, es el fruto de la Comunión, “nos nutrimos del Cuerpo de Cristo para transformarnos en su Cuerpo viviente hoy en el mundo”. Toda la Iglesia se une entonces al sacrificio de Cristo en la Cruz mediante la Eucaristía.
Tras este momento culmen, llega la ‘anámnesis’ en la que el sacerdote, mediante la intercesión de algunos santos, pide a Dios que reúna a todos sus hijos “en la perfección del amor, en unión con el Papa y el obispo a los que se nombra, como signo de unión entre la Iglesia universal y la particular“. Igual que el ofertorio, esta súplica se presenta a Dios “en nombre de toda la Iglesia, vivos y difuntos” para que nos acoja en el Cielo tras la muerte y, como ha recalcado Francisco, “nada ni nadie es olvidado en esta Plegaria“. Finalmente, llega la ‘doxología final’ (Por Cristo, con Él y en Él…). Respecto a ella, el Papa ha reconocido que “puede sonarnos un poco lejana, pero si la escuchamos atentamente podremos entenderla mejor”.
Por último, ha explicado que toda la plegaria eucarística nos enseña tres cosas “que no deben faltar nunca en verdaderos discípulos de Jesús. Primero, dar gracias ‘siempre y en todo lugar‘ y no solamente cuando todo va bien. Segundo: hacer de nuestra vida un regalo de amor, libre y gratuito. Tercero: construir una verdadera comunión con Dios y con la Iglesia. De aquí podemos deducir que la Plegaria Eucarística nos enseña a hacer de nuestra vida una Eucaristía”.
Antes de encaminarse a la Basílica de san Pedro, el Papa ha querido hacer dos llamamientos. El primero a todas las iglesias del mundo para que “puedan permanecer abiertas mucho tiempo para aquellos que quieran prepararse para la Pascua, celebrar el sacramento de la Reconciliación y experimentar la misericordia de Dios”. Ha comunicado que Él mismo celebrará estas “24 horas para el Señor” con una liturgia penitencial en la Basílica de san Pedro el próximo viernes.
También ha recordado que van a comenzar los Juegos Paralímpicos de Invierno en Corea. Ha mostrado su alegría por el éxito de los Juegos Olímpicos en tender puentes entre países en conflicto, pero ha subrayado que los Paralímpicos “atestiguan aún más la capacidad del deporte para superar discapacidades y conflictos”. Sobre los atletas que competirán ha dicho que “son un ejemplo de coraje, constancia y tenacidad para no dejarse vencer por los límites” y les ha dirigido un saludo.