A lo largo de la historia, las mujeres han tenido un papel fundamental en el desarrollo de la humanidad y, aunque la actual sociedad –especialmente sus modos de producción– haya fetichizado el rol de la mujer, situándola en un segundo plano y subyugándola a la figura masculina, hoy 8 de marzo es una oportunidad para rendir honores a quienes, al calor de la ternura, la tenacidad y la inteligencia, se convierten en verdaderas gestoras de vida y trabajo.
La Iglesia no está exenta de la realidad. El papa Francisco, en reiteradas oportunidades, ha destacado el aporte que las mujeres hacen en favor de los más vulnerables, especialmente, desde importantes posiciones eclesiales, como también denunciado situaciones de machismo que incluso persisten en el seno de la misma iglesia.
Mujeres ‘en salida’
“Para la muestra un botón”, dice el adagio. Vida Nueva trae el testimonio de tres mujeres que han consagrado su vida al servicio de la Iglesia latinoamericana y colombiana, como religiosas. Desde la riqueza de sus carismas, dan rostro femenino a la ‘Iglesia en salida’.
Cada una ofrece lo mejor de sí a la construcción del Reino de Dios en importantes organizaciones eclesiales como el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos (CLAR) y Conferencia de Religiosos de Colombia (CRC).
Conozcamos sus aportes y celebremos con ellas y las mujeres del continente este día, no como uno más, sino como ofrenda a una Iglesia que también tiene rostro de mujer.
Mujeres con la frente en alto
María Victoria Acevedo, secretaria adjunta del Departamento de Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano (DEJUSOL-CELAM), de la congregación San Juan Evangelista, recuerda precisamente las palabras de su fundador Jorge Murcia Rioaño, quien decía “las mujeres con la frente en alto y las manos puras comulgamos diariamente con la hostia del trabajo que ennoblece y dignifica”, palabras estas que más que nunca cobran mucha vigencia.
María Victoria –quien actualmente es la única mujer en cargo directivo en esta instancia– considera que “tenemos que ser esas vigías, esas mujeres que van generando una nueva sociedad, que van visibilizando todo aquello que atenta contra sus derechos y demuestran con sus acciones esos avances”.
Precisamente, como religiosa juanista ha acompañado a mujeres trabajadoras a lo largo de su vida consagrada. Es por ello que advierte que “las propuestas neoliberales y postmodernas no generan trabajos dignos y estables donde las personas puedan mejorar sus condiciones de vida, especialmente, afectando a las mujeres trabajadoras, quienes son las más vulnerables no por ser el ‘sexo débil’ como pretenden hacer ver, sino porque vulneran con facilidad sus derechos”.
Una voz que clama en el desierto
“Mi mayor misión es proclamar la buena nueva del Reino, ser una voz que clama en el desierto, que dice que se conviertan no solo con palabras sino testimoniando con hechos, con el deseo de seguir a Jesús más de cerca desde nuestro espíritu como consagrada juanista, especialmente por las mujeres quienes son las niñas de nuestros ojos”, añade.
“Yo siento que el Papa fue muy claro en esta reunión que tuvo con el CELAM ahora que tuvo en Colombia y entre los puntos claves que abordó uno fue el de la participación de la mujer en la Iglesia, pues nuestra Iglesia aún es muy conservadora, donde el protagonismo de las mujeres no es reconocido y creo que es un hecho que quienes mantienen la iglesia católica son las religiosas, incluso en las no católicas, quienes mantienen la iglesia son las mujeres”, puntualizó.
“La Iglesia necesita religiosas adultas”
Luz Marina Valencia, secretaria general de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos (CLAR), además de religiosa de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, siempre ha tenido como preocupación y como tarea prioritaria la formación de la mujer consagrada. “Sentí la llamada desde muy joven. La Iglesia necesita religiosas adultas, mujeres capaces de ‘dar vida en abundancia’ allí donde realizan su misión”.
Esto último, a su criterio, se convierte en un reto para quienes fungen de formadores, pero “sobre todo, para cada religiosa en particular, una invitación a tomarse en serio su proceso de madurez integral para poder ser en y con la Iglesia”.
Fuerza vital en la sociedad
Considera que esta sociedad huérfana necesita de cuidadores adultos que formen las nuevas generaciones para crecer “como personas integradas y felices”, aclarando que “cuando uso la expresión ‘ser las madres que necesita la sociedad’, no estoy minimizando la misión de la mujer, esta expresión quiere recoger toda la fuerza vital que la mujer puede aportar en todos los ámbitos de la sociedad”.
Por otra parte, explica que “necesitamos pasar del reclamo a la propuesta, del resentimiento a la disponibilidad y a la apertura, a unas relaciones de acogida y diálogo sereno. Somos fruto (todos y todas) de muchos siglos de una formación inadecuada que fomentó esta desigualdad en todas las instituciones de la sociedad, no es solo en la Iglesia”.
La Iglesia necesita mujeres profesionales, defiende la secretaria general de la CLAR. De manera especial invita a las congregaciones religiosas a abrirse a la formación teológica: “no ocupemos los puestos que no nos corresponde, tenemos que ser capaces de asumir la formación de líderes, de catequistas, de formadores, de maestros”, agrega.
Generosidad y diálogo
Gloria Liliana Franco Echeverri está al frente de la Conferencia de Religiosos de Colombia (CRC) desde 2016 y es la superiora de la Provincia Pacífico de su congregación, la Compañía de María. Resume en cuatro claves su servicio: vivir en autenticidad su vocación, asumir el camino del seguimiento con otros, compromiso y oración, “con la certeza de que el diálogo desde distintas perspectivas nos enriquece y que en la construcción de la identidad eclesial, todos los carismas, todas las visiones, tenemos un lugar importante”, añade.
En un mensaje claro y rotundo a todas las mujeres –tanto laicas como religiosas– en el que les pide que mantengan su centralidad en Jesús, “no pierdan la esperanza y no permitan que las estadísticas y los indicadores le resten gozo al compromiso. Que no caigan en el escepticismo que paraliza, ni en el pesimismo que le resta oportunidades al futuro. Que su entrega sea con entrañas femeninas, que en toda circunstancia sean potenciales generadoras de vida, que se sitúen siempre desde el lugar de la bondad, la compasión y la ternura, pero con la fuerza y el coraje heredado de nuestras madres y abuelas”.
Mujeres que hacen historia
El futuro de las mujeres en la iglesia lo ve con esperanza, sobre todo –explica– “cuando contemplo la historia de la salvación, me resuenan nombres: Sara, Esther, Ruth, Noemí, María y colectivos, como el de las ‘parteras de Egipto’… todas ellas haciendo la historia, con su sí generoso, con su osadía para situarse muchas veces, lejos de su geografía, apostando por los extranjeros, permitiendo a Dios fecundar en el territorio de las esterilidades, optando por la vida, incluso a riesgo de la suya”.
Y cuando contempla su realidad desde la de la CRC, confiesa que “me resuenan otros nombres: Marta, Beatriz, Conny, Sandra, Johanna, Azucena, Maritze, Clara, Zoila, Mercedes… laicas y religiosas, que aportan la totalidad de sus fuerzas, lo más auténtico de sus sensibilidades a la causa del Reino”.