Más de ocho siglos de devoción por la Inmaculada Concepción y cinco de la bula de León X, que concedió a Molina de Aragón (Guadalajara) el privilegio de celebrar a medianoche la solemne eucaristía de la Inmaculada, bien valen una visita y una exposición. “Este V Centenario de la bula de la Inmaculada supone para Molina volver a los orígenes de la fiesta, volver a los orígenes de María como madre, sobre todo, en su advocación tan popular como Inmaculada Concepción. Ya mucho antes de que se decretara como dogma, Molina la defendía y la celebraba”, explica el padre Sergio Ribalda Vicente, párroco de Santa María la Mayor de San Gil y, también, de San Martín, las dos parroquias de esta localidad castellanomanchega.
La muestra lleva por nombre ‘In nocte ante festum’. “Cuando pensamos en ese título, a los molinenses les encantó. Las familias acostumbran a cenar en familia y acudir, también en familia, a la que aquí se denomina ‘la misa de la pequeña Navidad’. Está claro que para Molina ha sido un revulsivo y, sobre todo, una tradición que han vivido con fe durante quinientos años y que, por tanto, ha ido transmitiendo durante generaciones”, añade el sacerdote Eugenio Abad Vega, director del Departamento de Santuarios, Peregrinaciones y Piedad y Popular de la Conferencia Episcopal Española.
Tradición familiar
Una tradición vinculada a la fe, pero también a la familia. “Al ser la misa de noche, se celebra en familia, como si fuera la Misa del Gallo, que algunos la llaman así. Los molinenses se juntan en el cerro de Santa Lucía y se hace una gran hoguera, que anticipa la celebración, como si fuera Nochebuena”, expone Ribalda. La celebración continúa con una cena, ya en casa, como describe el párroco: “Después de compartir la vida, se comparte la mesa entre toda la familia. Y después, a las doce, se va a la misa en Santa María la Mayor de San Gil, cumpliendo con el privilegio de León X. Celebramos la fiesta de la Inmaculada esa misma noche del 7 de diciembre”. Esa es la nocte ante festum a la que aludía la bula papal hace quinientos años.
Hasta el 18 de febrero de 2019, Molina, a las puertas del Alto Tajo y con su imponente castillo, exhibe, por tanto, su propio relato de la salvación. “Es una fiesta en la que Molina vuelve a revivir, porque toda la gente, incluso los familiares que están fuera, acuden con sus padres, con sus abuelos, a celebrar esta pequeña Navidad molinesa que se anticipa ya en la vigilia de la Inmaculada”, sostiene Ribalda, quien recuerda: “La exposición durará todo un año, hasta el 18 de febrero de 2019. El esfuerzo ha sido muy grande y queremos que realmente todo el que quiera tenga la posibilidad de verla. Estamos muy contento con ella”.