“Una expresión de alegre responsabilidad por el futuro”. Eso es lo que el papa Francisco quiso que fuese su visita, en la lluviosa tarde del domingo 11 de marzo, a la basílica de Santa María in Trastévere, para conmemorar con la Comunidad de Sant’Egidio el 50º aniversario de la creación de este movimiento eclesial en el convulso 1968, año de de revueltas, pero también en pleno Vaticano II.
Tras escuchar el testimonio de varios miembros de esa realidad eclesial que hoy aglutina en 70 países a alrededor de 50.000 laicos, de escuchar también las palabras de su fundador, el profesor Andrea Riccardi, así como las de su presidente, Marco Impagliazzo, el Papa señaló que la “oración, pobreza y la paz”, son los talentos maduros de este medio siglo de historia.
“El mundo de hoy a menudo está habitado por el miedo”, una enfermedad antigua que, dijo Bergoglio, hoy se concreta en “un gran temor al enfrentar las enormes dimensiones de la globalización” y que “a menudo se vuelve contra las personas que son extranjeras, diferentes, pobres, como si fueran enemigos”.
Un miedo, reconoció el pontífice, que “también puede contagiar a aquellos cristianos que ocultan el don que han recibido, y que como el esclavo en la parábola, no lo invierten en el futuro, no lo comparten con los demás, lo preservan para sí mismos”.
No ocultó el Papa su temor ante el futuro del mundo, “que parece incierto”, afirmó. “¡Mira cuántas guerras abiertas hay! Soy consciente de que oráis y trabajáis por la paz. Pensemos en las penas del pueblo sirio, cuyos refugiados ha acogido Europa a través de los ‘corredores humanitarios’. ¿Cómo es posible, después de las tragedias del siglo XX, volver a caer en el mismo esquema estúpido? Pero la Palabra del Señor es luz en la oscuridad, y da esperanza para la paz; nos ayuda a no temer incluso frente al poder del mal”.
Aludió a continuación a la realidad del mundo “global” en el que vivimos, a pesar de lo cual, “para muchas personas, especialmente los pobres, se han levantado nuevos muros. La diversidad es una ocasión para la animosidad y el conflicto; una globalización de la solidaridad y del espíritu aún está por construir. El futuro del mundo global es la convivencia: este ideal exige el compromiso de construir puentes, mantener el diálogo abierto, continuar y reunirse unos con otros”, les exhortó.
Pero, para el Papa, este no es solo “un problema político u organizativo”, por lo que, según señaló, “todos estamos llamados a cambiar su corazón, adquiriendo ojos misericordiosos para mirar a los demás, convirtiéndose en artesanos de la paz y profetas de la misericordia”.
“Los cristianos, por su propia vocación, son hermanos y hermanas de todas las personas”, por lo que animó a los miembros de Sant’Egidio a comprometerse “a vivir la audacia creativa del amor” y a ser “profetas de un mundo nuevo”, donde “la Iglesia es un signo de la unidad de la raza humana, entre naciones, familias y culturas”.
Finalmente, Francisco mostró su deseo de que esta conmemoración “sea un aniversario cristiano: no es un momento para evaluar los resultados o las dificultades; no es un tiempo de equilibrios, sino un momento en que nuestra fe tiene el desafío de convertirse en una nueva audacia para el Evangelio“.
Pero también advirtió: “La audacia no es el coraje de un día, es la paciencia de una misión diaria en la ciudad y en el mundo. Una misión para unir pacientemente de nuevo el tejido humano de las periferias que la violencia y el empobrecimiento han desgarrado; una misión para comunicar el Evangelio a través de la amistad personal; para mostrar cómo la vida se vuelve verdaderamente humana cuando se vive al lado de los pobres; una misión para crear una sociedad que no considere a nadie como un extranjero. Es la misión de cruzar fronteras y muros, para unirnos”.
Por ello, invitó “a continuar de pie al lado de los niños de las periferias, con las Escuelas de Paz que he visitado; seguir al lado de los ancianos: a veces se descartan, pero para vosotros son amigos. Continuar abriendo nuevos corredores humanitarios para los refugiados de la guerra y el hambre”. “¡Los pobres son vuestro tesoro!”, exclamó ante una audiencia que acogió su llamamiento entre aplausos y muestras de afecto.