El papa Francisco llegó temprano a Pietrelcina, donde una gran cantidad de gente le estaba esperando junto al lugar de nacimiento del Padre Pío. Ante las autoridades civiles de Pietrelcina y el arzobispo de Benevento, Felice Accrocca, el Pontífice habló de la santidad del Padre Pío, destacando que “este humilde hermano capuchino ha asombrado al mundo con una vida dedicada a la oración y a la escucha paciente de sus hermanos, sobre cuyos sufrimientos derramaba como bálsamo la caridad de Cristo”.
Junto al olmo de los estigmas quiso hacer una invitación a la oración, poniendo como ejemplo al Padre Pío. Habló de su lucha contra el demonio y el sufrimiento que esto le provocaba “sintiéndose atacado por el demonio”. Al mismo tiempo quiso preguntar a los presentes: “¿Sabes que el demonio existe?”.
En el mismo escenario, una zona de Italia con una baja densidad de población y una edad media alta, el Papa quiso significarse y mostrar su apoyo con unas palabras de ánimo: “Este territorio pueda traer una nueva vida de enseñanzas de vida del Padre Pío en un momento no fácil como el presente, mientras la población decrece progresivamente y envejece porque muchos jóvenes son obligados a irse a otras zonas a buscar trabajo”.
No olvidó en su discurso a los mayores, “que son un tesoro” para la comunidad y pidió que no se marginen. “Tendrían que dar un premio Nobel a los ancianos porque dan memoria de la humanidad”, propuso el Papa.
Tras abandonar el lugar natal del Padre Pío, Francisco llegó a San Giovanni Rotondo donde aprovechó para acercarse al hospital, fundado por el santo italiano, “Casa de Alivio del Sufrimiento”. Allí saludó a los niños y niñas enfermos que se encuentran en oncología pediátrica. Un pequeño momento de respiro para los niños en su tránsito por el hospital.
Francisco se acercó al Santuario de Santa Maria delle Grazie, donde pudo venerar los restos de San Pío de Pietrelcina y tener un momento de oración.