Al informarle al papa Francisco que implementará en la arquidiócesis de México las unidades pastorales que contempla el Derecho Canónico, el Pontífice le advirtió que encontraría resistencias en el camino
Cuando a principios de este mes el cardenal Carlos Aguiar Retes se reunió en Roma con el papa Francisco, y le comentó que buscaba establecer en la Arquidiócesis de México las unidades pastorales que contempla el Derecho Canónico, el Santo Padre le advirtió que encontraría resistencia por parte del clero, pero también le dejó en claro que no hay otro camino, y que es algo que se tiene que hacer: “A trabajar”, le dijo.
El Arzobispo de México se tomó muy en serio la instrucción del Pontífice, por lo que en todo evento arquidiocesano que preside no pierde oportunidad para exponer las bondades de contar en la Ciudad de México con esta figura operativa pastoral que, entre otras cosas, contempla eliminar los límites parroquiales en algunas zonas con características similares, y formar equipos de sacerdotes y de agentes de pastoral que trabajen de la mano.
Así lo ha dejado ver en las visitas de reconocimiento que ha hecho a tres de las ocho vicarías episcopales en las que está dividida la Iglesia en la Ciudad de México. La última de ellas se realizó este jueves 22 de marzo en la Parroquia de Cristo Rey, ubicada al poniente de la capital, donde el Arzobispo se encontró con el clero de la II Vicaría.
Ahí, el cardenal Aguiar explicó al presbiterio que la Iglesia no puede ni debe evolucionar en el mismo sentido en el que funciona el mercado, y convertirse en “supermercados religiosos”, donde la persona elige en cuál le conviene escuchar la Palabra o cuál le ofrece mejores servicios. Al contrario –dijo– los fieles deben recuperar su sentido de identidad y pertenencia a la Iglesia.
El Arzobispo de México aseguró que para lograrlo, la propuesta son las unidades pastorales –figura surgida en el Concilio Vaticano II y que contempla el propio Derecho Canónico– que permiten levantar los límites territoriales de las parroquias en una zona determinada, y son atendidas por un equipo de sacerdotes, todos con la misma autoridad, aunque coordinados por uno de ellos.
Además, explicó que se tendrían equipos únicos responsables de las diferentes pastorales para atender al conjunto de parroquias, lo que permitiría que todos los agentes de pastoral trabajen de la mano, “fortaleciendo el tejido social y ayudándonos a salir del individualismo”.
Tras señalar que las unidades pastorales también contemplan la posibilidad de que el grupo de sacerdotes de la zona viva en una casa común, el Arzobispo de México aseguró que esto es muy importante, pues en “automático daría un testimonio muy fuerte de que formamos una comunidad, de que no vivimos aislados, y los sacerdotes se sentirían acompañados”.
Advirtió: “Si cada parroquia sigue siendo el gallinero de un gallito, y cada quien con su gallinerito, el sacerdote se convierte en un funcionario de la institución eclesial, pero no en un pastor, y menos una comunidad de pastores. (En cambio), si la gente nos ve actuando en comunión, coordinándonos y auxiliándonos, la sociedad se transformará y volveremos a recuperar el sentido de pertenencia e identidad con miles”.
La Arquidiócesis de México, cuyo territorio es el propio de la ciudad capital –la segunda entidad con más población en México, con casi nueve millones de habitantes en el 2015–, necesita de estructuras pastorales que conduzcan hacia la unidad operativa.
Así lo explicó también el cardenal Aguiar al presbiterio de la segunda zona pastoral, al cual le recordó que el mundo vive un cambio de época, un proceso mundial encaminado hacia un nuevo consenso de valores; “este cambio –dijo– parte de la realidad de que culturalmente ya no hay un solo modelo a seguir, de manera que para lo que unos son valores, para otros son antivalores, y lo que para unos aún es importante, para otros es algo que ya quedó atrás”.
Frente a este proceso por el que hoy transita la sociedad mundial, el cardenal Aguiar consideró que la Iglesia debe replantear la misión y buscar las maneras de ser más eficaz, lo cual –dijo– sólo se puede conseguir trabajando en comunión y con estructuras que conduzcan hacia la unidad operativa, a través de un Plan Diocesano de Pastoral.
Finalmente, señaló que la Arquidiócesis de México, con sus “muchas potencialidades”, no puede seguir funcionando como si fueran ocho diócesis independientes, cada vicaría por su lado y con planes pastorales distintos, lo cual –concluyó– “ya no puede ser”.