Nueve y media. Noche cuaresmal. No cabe ni un alfiler en la colegiata de San Isidro. Se buscan guiris o curiosos de los que se arremolinan cuando huelen un tumulto, como argumento al lleno en la platea. No los hay. Aquí el personal sabe a lo que va. Se atisba en las miradas. En los silencios. En la emoción. Quizá resulte habitual de Despeñaperros para abajo. Pero en Madrid no se estila. O no se estilaba hasta hace poco. Un templo lleno para asistir al traslado de una imagen a su paso procesional de salida. En la Semana Santa de hace cuarenta años, costaba encontrar parroquia para arropar al Rico y al Pobre, los dos Cristos propiamente madrileños. Hoy, esta renovada pasión cofrade desborda.
De puntillas en la Colegiata de San Isidro se adivinan señoras con tinte de estreno, vecinas del barrio que recuerdan a la viuda del Evangelio… Pero también pelos engominados a lo Cristiano Ronaldo y’ millennials’ con tatuajes que se escapan del cuello de la camisa. Mezcolanza de sueldos, edades y sensibilidades que no suelen verse con tanta frecuencia en el interior de las iglesias.
“El Jueves Santo saldremos a dar testimonio público de nuestra fe”, expresa el hermano mayor de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima de la Esperanza Macarena Luis Rafael García Martínez. Ovación. Los costaleros, a sus puestos. Llevan varias semanas ensayando. En esta ‘levantá’ bajo techo no portan a su Virgen de costal, sino a hombros. El Regimiento de Infantería interpreta una marcha creada para la ocasión. Precedida de los ciriales, la Madre y sus farolillos avanzan entre la multitud hasta la capilla donde le espera el palio. Silencio. El incienso envuelve. Lágrimas que se escapan sin permiso.
No hay un censo oficial, pero las cifras que se manejan en distintos foros, congresos y encuentros hablan de más de 10.000 cofradías, convirtiéndose así en el mayor movimiento asociativo de España. Una vinculación que conlleva un esfuerzo personal y económico. Las cuotas de una cofradía oscilan entre los 10 y los 70 euros y salir de nazareno en una procesión –antifaz, túnica, cíngulo, capa…– puede suponer desembolsar, en el caso de Sevilla, entre 350 y 900 euros.
Allí, en el epicentro de la pasión ‘semanasantera’ andaluza, se ha pasado de los 100.000 cofrades de 1998 a los 215.000 actuales, toda una explosión numérica en medio de una sociedad española con poso creyente que se reconoce católica en un 68%, pero en la que solo uno de cada diez acude a la misa dominical. La propia Hermandad de la Macarena hispalense, la más populosa y emblemática del país, constata este despegue de año en año. “Cerramos 2017 con 13.841 hermanos y, en la actualidad, contamos ya con 14.274. Nuestro crecimiento es grande, teniendo en cuenta que a los registrados hay que unir los cientos de miles de devotos”, señala su hermano mayor, José Antonio Fernández Cabrero.
“Probablemente sean muchos más de tres millones en todo el país, con un crecimiento significativo en los últimos años en regiones donde se había perdido la tradición, como País Vasco y Cataluña”, comenta Fermín Labarga, delegado de Cofradías y Hermandades de la diócesis de Calahora y La Calzada-Logroño.
La preparación requiere tiempo. “Yo empecé la Cuaresma el 30 de agosto”, bromea el delegado de Cofradías y Hermandades de la diócesis de Sevilla, Marcelino Manzano: “Nuestra tarea es darle profundidad a esos sentimientos y emociones que nacen en torno a una estación de penintencia, a través de los cuales Dios nos está hablando”.
El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, sabe que el éxito pasa por acortar distancias y ya no prepara visita pastoral a una parroquia sin que se incluya en el orden del día un encuentro con los cofrades adscritos a ella: “Estamos creando una conciencia de identidad eclesial. La cofradía nace en la Iglesia, no en el Ayuntamiento ni en la Junta. En todos nuestros encuentros, les insisto en tres conceptos: la necesidad de reforzar la identidad cristiana, impulsar la formación catequética y desarrollar la caridad”.
De los 800.000 cordobeses, más de 300.000 son cofrades de cuota. “El sustrato está en todas las casas. En todas las familias hay al menos una persona implicada directamente en la Semana Santa”, relata el prelado, consciente de que estos datos “reflejan cómo la fe está presente en la vida de todos los cordobeses, voten a quien voten, con las contradicciones que esto pueda implicar”.
Actualmente, el PSOE gobierna la ciudad con el apoyo de Podemos y cincuenta cláusulas entre las que figura que ningún miembro de la corporación asistirá a actos religiosos: “Sin embargo, en el palco de autoridades de las procesiones están todos, porque saben que la fuerza y el peso de las cofradías es mayor que cualquier ideología: el que no está, sabe que se juega el cargo”. Precisamente ha sido la presión de las hermandades la que permitió abrir el año pasado una segunda puerta en la catedral para procesionar en su interior, después de agrias resistencias políticas.