Domingo de Ramos de 1985 en Córdoba, un grupo de 37 mujeres se sitúan junto al paso de la Virgen de la Encarnación. Todas rondan la veintena. Hay nervios, se ajustan el fajín, dan un último trago de agua y entran bajo el paso. Llevan años preparándose para este momento y toda una vida soñando con él. Con el mayor amor, delicadeza, fuerza y precisión levantan a su Virgen. Comienzan el recorrido. Ya han hecho historia. Son la cuadrilla de costaleras de la Virgen de la Encarnación de la hermandad del Cristo del Amor de Córdoba, la primera que paseó en la Semana Santa española formada íntegramente por mujeres.
Inmaculada Arana fue una de esas costaleras. Todavía hoy, a pesar de que han pasado más de 30 años de ese momento histórico, se le quiebra la voz de emoción al contarlo. “Fue algo increíble… Poder llevar a tu Virgen es algo que emociona muchísimo. Con las demás costaleras surgió una profunda amistad, una grandísima unión, todas disfrutamos de ese momento único”, recuerda.
Tan solo dos días después, el Martes Santo de ese mismo año, cinco mujeres hacían historia en Sevilla. “El cardenal Carlos Amigo nos dio autorización para que saliéramos cinco mujeres como nazarenas a modo de prueba. Nadie lo sabía, tan solo la junta de gobierno de la hermandad de los Javieres”, explica Maruja Vílchez, una de ellas. “Fue muy bonito, salí de casa en silencio y con el antifaz puesto, sin quitármelo en ningún momento para que no se viera que era una mujer. Para mi, la visión de la Semana Santa desde los dos ojales del antifaz fue tremendamente impresionante, ver cómo la gente observaba los pasos, cómo rezaban… fue único”, asegura Maruja, que ha sido Hermana mayor de la Hermandad de los Javieres, mayor cargo dentro de la hermandad, hasta junio de 2015.
En febrero de 2011, el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, promulgó un decreto para la entrada de la mujer en las hermandades, por el que se determinó la “plena igualdad de derechos entre los miembros, incluida la participación en la estación de penitencia como acto de culto externo” para que no hubiera “discriminación alguna por razón de sexo”. Este decreto cerraba un proceso que inició Amigo en 1997 con la publicación de las Normas Diocesanas para Hermandades y Cofradías, donde ya se establecía la igualdad en los derechos de voz y voto y otra exhortación similar en octubre de 2001, que fue progresivamente adaptada por la mayoría de hermandades.