Sin eufemismos. Sin circunloquios. Sin pelos en la lengua. El Papa quiso darles voz y ellos le han tomado la palabra. Ajenos a lo políticamente correcto dentro del discurso eclesial. Pocos temas han quedado al margen del debate que esta semana han vivido los más de 300 jóvenes que se han reunido en el presínodo celebrado en Roma a los que se han sumado otros 15.000 a través de redes sociales. Al menos así se deduce de la síntesis del documento que mañana domingo presentarán a Francisco.
“No se trata de componer un tratado teológico, ni de establecer una nueva enseñanza de la Iglesia. Más bien, es una reflexión sobre realidades específicas, personalidades, creencias, y experiencias de jóvenes de todo el mundo”, señala el documento al comienzo para no llevar a equívocos en su lectura y permitir que los jóvenes firmantes se expresen con libertad.
“Nos hemos centrado en cuestiones como el papel de la mujer en la Iglesia en la sociedad, los problemas de la sexualidad, los aspectos positivos y negativos de los medios de comunicación, la ecología y hemos alentado a la Iglesia a tomar una posición más clara sobre estos temas. el documento no es tomar decisiones, sino fotografiar lo que piensan los jóvenes, incluso los no creyentes”, señala el texto final.
De estos grandes temas cabe destacar la incursión de cuestiones como la afectividad-sexualidad que hasta ahora habían pasado de puntillas tanto en el cuestionario inicial como en las conclusiones que se habían dado a conocer de las iglesias locales: los matrimonios fallidos, familias rotas, el feminicidio, la corrupción, la trata, el racismo, la migración, a pornografía, el ciberacoso…
El documento además refleja que “suele haber gran desacuerdo entre los jóvenes, tanto dentro como fuera de la Iglesia, sobre algunas de sus enseñanzas que son especialmente controveritdas hoy en día. Ejemplos de estas son: contracepción, aborto, homosexualidad, cohabitación, matrimonio y cómo el sacerdocio es percibido en diferentes realidades en la Iglesia”.
Así, las nuevas generaciones invitan a la Iglesia a que rompa tabúes, pues “muchos jóvenes pueden querer que la Iglesia cambie su enseñanza o, al menos, que se les explique y forme mejor en estas cuestiones. Aunque existe un debate interno, los jóvenes católicos, cuyas convicciones están en conflicto con la enseñanza oficial, siguen deseando ser parte de la Iglesia”.
Por otro lado, también se recoge que “muchos jóvenes católicos aceptan estas enseñanzas y encuentran en ellas una fuente de alegría, y desean que la Iglesia no sólo se aferre a ellas en medio de la impopularidad, sino que también las proclame y enseñe con mayor profundidad”.
“la Iglesia joven, pedimos a nuestros líderes de hablar en términos prácticos acerca de temas controversiales como la homosexualidad y cuestiones de género, sobre las cuales ya los jóvenes discuten libremente sin tabú”, sussIN EUFcriben.
“A veces, sentimos que lo sagrado resulta lejano de nuestra vida cotidiana. La Iglesia suele aparecer como demasiado severa y excesivamente moralista. En otras ocasiones, en la Iglesia, es difícil superar a la lógica del ‘siempre se ha hecho así’”, critican los jóvenes, que a renglón seguido muestran cómo les gustaría verla: “Necesitamos una Iglesia acogedora y misericordiosa, que aprecie sus raíces y patrimonio y que ame a todos, incluso a aquellos que no siguen los estándares. Muchos de los que buscan una vida en paz acaban entregándose a filosofías o experiencias alternativas”.
Los jóvenes le dan un tirón de orejas a la “jerarquía eclesiástica” a quien reclaman “una Iglesia auténtica”, que se traduzca en “comunidad transparente, acogedora, honesta, acogedora, comunicativa, accesible, alegre e interactiva”. “Una Iglesia creíble es precisamente la que no teme mostrarse vulnerable. Por eso, la Iglesia debe ser diligente y sincera al admitir sus errores pasados y presentes, presentándose como formada por personas capaces de cometer errores”, apuntan.
Así, el texto llega a detallar algunos de estos puntos débiles, como “los diversos casos de abuso sexual y una mala administración de la riqueza y el poder”, exigiendo que se mantenga la “tolerancia cero” ante estos escándalos.
A partir de ahí, los jóvenes ahondan en propuestas concretas, por ejemplo, en relación a las nuevas tecnologías o al rol de la mujer en la Iglesia que, según ellos, hay que “explorarlo y entenderlo con mayor claridad”. “Animamos a la Iglesia para que puedan profundizar en su comprensión del papel de la mujer y poderles así darles un mayor protagonismo (empower), tanto a la mujer laica como a la mujer consagrada, con el mismo espíritu con el que la Iglesia ama a María, la madre de Jesús”, afirman.
Al concluir sus demandas, los participantes presinodales expresan que “hemos estado muy emocionados al ser tomados en cuenta por la jerarquía de la Iglesia y sentimos que este diálogo entre la ‘joven’ y la ‘vieja’ Iglesia es un proceso vital y fecundo de escucha. ¡Sería una pena si este diálogo no tuviera la posibilidad de continuar y crecer! Esta cultura de la apertura es extremamente saludable para nosotros”.