La agencia Fides se hace eco del mensaje de Pascua del cardenal Charles Bo, arzobispo de Rangún, en el que ha recordado que, “en el día de la Resurrección, los discípulos y las mujeres fueron a la tumba, pero descubrieron que la piedra había sido quitada del sepulcro de Cristo“. Del mismo modo, la Pascua debe ser un tiempo de esperanza para todos los hombres, como ha pedido para Myanmar: “Este país está a la espera del milagro de la esperanza”.
Entendiendo la piedra del sepulcro como lo que acababa con la esperanza de los discípulos, ha establecido un paralelismo con “las diferentes piedras que debemos remover de las tumbas de la desesperación en nuestra nación“, así como de la vida de cada uno. La primera piedra “nacional” que pide mover es la del odio, ya que “un pequeño grupo de la sociedad ha promovido el odio para asesinar a sus hermanos”. Para ello, ha aconsejado mirar a Jesús, quien no respondió con odio a sus torturadores, sino con compasión.
En segundo lugar, el purpurado invita a apartar la piedra de la injusticia, pues “cuando no hay justicia no hay paz. Ningún país puede imponer la paz a su pueblo”. Concretamente, se ha referido a las personas “enterradas en la tumba de la injusticia económica” y a los que se ven obligados a emigrar acabando como “esclavos modernos”.
La última piedra que pide mover en Pascua es la del conflicto étnico que continúa en Myanmar: “Hemos tenido una guerra que ha durado seis décadas. El conflicto ha mutilado a este país y ha provocado la fuga de tres millones de jóvenes. La paz es el único camino a seguir”, ha asegurado, tras lo que ha renovado, como ya hiciera en anteriores ocasiones, su llamamiento “al Gobierno y a todos los grupos étnicos para que cesen los conflictos”.
Vaticannews informa de la audiencia del Papa al Consejo de Iglesias de Sudán del Sur que tuvo lugar el pasado 23 de marzo. Se trata de un órgano ecuménico que agrupa a distintas Iglesias cristianas del país con el objetivo de hacer presión en favor de la paz, que aún parece lejana en esta joven nación devastada por la guerra civil desde hace cuatro años. El padre James Oyet Latansio aseguró tras el encuentro que el Pontífice “reza por Sudán del Sur, se preocupa por su gente y no descansa en paz sabiendo que hay una parte de la Iglesia que sufre”.
Tras la audiencia, la delegación se dirigió a la Comunidad de Sant’Egidio, en la que se hospedaron y con la que colaboran para buscar ideas y soluciones en común que ayuden en el camino de la paz en Sudán. Allí afirmó que el encuentro distó del protocolo habitual, ya que el Papa se mostró muy cercano con ellos: “Hemos hablado de nuestro país, hemos orado juntos y hemos pedido la paz“.
También expresó a los medios que el Papa le ha reiterado su deseo de viajar a Sudán del Sur y que, simplemente, están “esperando saber cuándo vendrá”, si bien la seguridad, como es natural, no podría ser garantizada del mismo modo que en un país en paz. Aunque el cumplimento de este deseo no sorprendería demasiado, ya que las guerras en Sudán del Sur y en la República Democrática del Congo son uno de los problemas que más ocupa y preocupa a Francisco, como ha recordado en muchas ocasiones.
Crux recoge las declaraciones del arzobispo de Dublín, Diarmuid Martin, quien ha expresado su alegría por la próxima visita del Papa a la ciudad, y ha aprovechado la ocasión para reflexionar sobre las familias. “Viene para desafiar a las familias que creen que el éxito en un estilo de vida burgués y vacío, o con una piedad tímida que les hace de alguna forma mejores que las demás”. Por el contrario, ha asegurado que las familias son lugares “donde se aprende el amor y la fe se enraíza”, recordando que “las familias heridas o en situación difícil son familias en las que el amor de Dios aún prevalece. Las grandes familias no son las de las revistas de moda, sino aquellas a las que cada uno de nosotros está profundamente agradecido”.
Sin embargo, Martin es consciente de las dificultades de la Iglesia en la isla, que, por ejemplo, en mayo se enfrenta a un nuevo referéndum sobre la despenalización del aborto. Por ello, ha insistido en que la asistencia de Francisco al Encuentro Mundial de las Familias “trae consigo un examen de los fallos de la Iglesia irlandesa“. El prelado se refiere, entre otros escándalos, a los casos de abusos sexuales que se han levantado desde la última visita papal al país, realizada por san Juan Pablo II en 1979.
Escándalos que aún están dando que hablar. Así, el último caso es el anuncio de la renuncia del obispo John McAreavey de Dromore, que el papa Francisco aceptó ayer. Renuncia que ha presentado tras la denuncia de varios fieles por concelebrar un funeral por el aniversario de la muerte de un cura denunciado por abusos al que no se llegó a procesar.