Este Miércoles Santo, un alegre papa Francisco ha celebrado su acostumbrada audiencia general en la Plaza de San Pedro. Como era de esperar, su catequesis de hoy ha versado sobre el Triduo Pascual que comienza mañana, para profundizar en el significado de esta celebración para los cristianos. En primer lugar, y como suele hacer, ha planteado una pregunta a los presentes: “¿Qué es más importante, la Navidad o la Pascua? La Pascua, porque es la fiesta de nuestra salvación, la fiesta del Amor de Dios por nosotros”.
Por eso celebramos el Triduo, que comienza mañana con la conmemoración de la Última Cena y acaba la víspera del sábado con la Resurrección del Señor. Así, ha recordado que “todos los cristianos estamos llamados a celebrar estos tres días santos, Jueves, Viernes y Sábado (…). Tres días que recuerdan al pueblo cristiano la salvación operada por Cristo, y que deben proyectarse en el horizonte del futuro de cada uno, que lo tiene que reforzar en el compromiso de su testimonio”.
En la Mañana de Pascua se celebra que Cristo ha resucitado. Pero Francisco ha subrayado que esto no debe acabar aquí. “Cristo ha resucitado: estas palabras no contienen solamente un mensaje de esperanza y alegría, sino también una llamada a la responsabilidad y la misión. La Pascua no acaba con la colomba –pastel italiano típico de Pascua–, los huevos y la fiesta, aunque esto es bonito porque es parte de la fiesta familiar. Aquí comienza el camino a la misión, al anuncio: Cristo ha resucitado. Este anuncio al que nos lleva el Triduo es el centro de nuestra fe y de nuestra esperanza”.
Una prueba más de que la Pascua es el comienzo es que, desde tiempos de los primeros cristianos, era un día especialmente dedicado a bautizar, por ser el día en que todos los hombres reciben la oportunidad de “renacer”, algo que aún se hace en la Vigilia Pascual. Porque, como ha dicho el Pontífice citando a san Pablo, “Cristo en nuestra Pascua ha sido inmolado (…), lo único que nos hace renacer de nuevo es Jesús (…). Esta es la grandeza del amor de Jesús: da la vida gratuitamente para hacernos santos, para renovarnos, para perdonarnos“.
“Un cristiano, si verdaderamente se deja lavar por Cristo, si verdaderamente se deja renacer a una vida nueva aun siendo pecador, porque todos lo somos, no puede corromperse. La salvación de Jesús nos salva de la corrupción, somos pecadores pero no estamos corruptos”, ha señalado el Papa. Sin embargo, ha querido añadir una advertencia “triste y dolorosa: hay cristianos falsos, que dicen que Jesús ha resucitado y que han renacido, pero realmente viven una vida corrupta. Y estos cristianos acabarán mal. (…) Tenemos la seguridad de que Dios nos perdona al pedírselo, pero estos corruptos fingen pedir perdón y ser honrados, pero en su corazón está la podredumbre (…). Recemos por ellos para que el Señor toque sus almas”.
Por último, Francisco ha recordado –y recomendado– una tradición que consiste en que los mayores laven los ojos a los niños al oír las campanas en la mañana de Pascua “con agua de vida, para poder ver el mundo nuevo, el mundo de Jesús. “En esta Pascua –ha dicho–, dejémonos lavar los ojos del alma para ver y hacer cosas buenas“. Tras estas palabras, ha deseado una buena Pascua a todos, no sin pedir a la Virgen María que “nos acompañe a todos en este itinerario espiritual” y que nos ayude a que estos días “nuestros corazones y nuestras vidas sean verdaderamente transformados”.
Al final de la catequesis, como es costumbre, se lee una síntesis de la misma en varias lenguas. Al llegar el turno del resumen en español –que siempre hace el mismo Papa–, los fieles hispanohablantes allí congregados han proferido los gritos y aplausos habituales, a los que el Papa ha contestado con una sonrisa y una petición para estos días: “Les quiero pedir una cosa, que cada uno de ustedes, así como hacen tanto barullo lindo, tengan el coraje de ir a confesarse en estos días, hagan una buena confesión”.